Android y el ingenio de los listos
Se han graduado de la Universidad de Ciencias informáticas o de alguna otra ingeniería, pero se ganan la vida de forma independiente. Son los nuevos creadores de aplicaciones para Android que proliferan en Cuba. De sus teclados ha salido una popular “app” con la base de datos filtrada desde la compañía telefónica y titulada –muy acertadamente- ETECSA-Droyd. Basta instalarla en el móvil y se podrá saber desde el nombre, la dirección y hasta la fecha de nacimiento de la persona que llama. Nadie se escapa del escrutinio. A la mano queda la información de un ministro, de un funcionario defenestrado y de los hijos del propio General Presidente. Maravillas de la clandestinidad, en un país donde lo prohibido se mezcla cada vez más con lo deseado y con lo posible.
Entre estos jóvenes nativos digitales, los mejores programadores tienen contratos ya con empresas en otros países. Trabajan desde su casa de La Habana, Camagüey o cualquier otra provincia, pero el producto final va a parar a Tokio o a París. Esos son los más exitosos. La gran mayoría para llegar al tan soñado empleo a distancia, primero deberá recorrer una larga etapa de instalar funcionalidades -al menudeo- en teléfonos de usuarios nacionales. Si tiene suerte, un día puede aparecérsele un turista para que le reparen el iPhone o el Samsung Galaxy. Es la oportunidad para lucir el talento tecnológico y arrancarle al visitante extranjero un acuerdo de colaboración o una invitación para ir a trabajar a otro país.
Sin embargo, el camino de estos genios también puede tener serios tropiezos. Los tribunales cubanos han procesado en los últimos meses a varias personas involucradas en el negocio de los móviles y del software para Smartphone. A Julio, uno de los detenidos, lo atraparon con un cargamento de HTC y de geo localizadores para autos, además de un taller para crear nuevas versiones de aplicaciones, entre ellas la ilegal ETECSA-Droyd. Ahora está esperando juicio y una buen aparte de lo ganado con su talento informático tendrá que gastarlo en un abogado. Los delitos digitales ya no son sólo cosas de los guiones de filmes extranjeros. Hackear, dejar colgado un sitio web, probar herramientas que roban contraseñas wifi, se han convertido en el divertimento de algunos jóvenes con talento para los códigos y los lenguajes de programación. Las nuevas tecnologías se suman al mercado ilegal, esa zona de nuestras vidas tan rudimentaria –casi medieval- pero también tan sofisticada e innovadora.