¿Dónde están Arantxa y demás tontos útiles?
Con tono desenfadado y bajo el sol del verano habanero, la politóloga española Arantxa Tirado grabó un video el pasado año donde explicaba las maravillas de la economía cubana que permitían a una persona tener tres comidas diarias y hasta una merienda por solo 30 euros mensuales. Ahora, el mismo mercado que le sirvió de escenario a su disertación está prácticamente vacío, pero nos falta la protagonista de aquel panegírico para filmar esta otra cara de la realidad.
En la esquina de la calle 17 y K, en El Vedado, las tarimas llevan semanas casi desiertas. Unos pésimos plátanos burros, naranjas duras como piedras y jengibre son de los pocos productos que esporádicamente han aparecido en el último mes en el que fuera uno de los mercados mejor surtidos de la capital cubana, gestionado por los militares a través del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT). Los ingredientes con los que Tirado aseguraba haberse aprovisionado mientras estaba en la Isla ahora solo se encuentran en los recuerdos y en las breves imágenes de su video.
Aquellas imágenes levantaron una polvareda de críticas cuando en enero pasado se hicieron virales en las redes sociales cubanas. Una avalancha de críticas cayó sobre la politóloga que, tras pasar unos días en la Isla, ya se sentía lo suficientemente instruida de la cotidianidad cubana como para dictar cátedra y aclarar equivocaciones a los "enemigos" del sistema. ¿Cuántos de esos tontos útiles no hemos conocido dentro y fuera de nuestras fronteras nacionales? ¿Por qué nunca aparecen para contar lo que contradice su tesis?
Intento contener el dolor de muelas de un pésimo empaste hecho en el policlínico de mi barrio habanero mientras me acuerdo de unos alemanes que me explicaron en el metro de Berlín las tremendas ventajas del sistema de Salud Pública cubana
Intento contener el dolor de muelas de un pésimo empaste hecho en el policlínico de mi barrio habanero mientras me acuerdo de unos alemanes que me explicaron en el metro de Berlín las tremendas ventajas del sistema de Salud Pública cubana. Conseguí esa reparación dental después de varios días de frustración porque en las instalaciones no había agua o electricidad. Pude finalmente "resolver" el tratamiento tras regalarle a la estomatóloga de turno un jabón y un sándwich.
Una vez, incluso, un canadiense intentó convencerme de la felicidad de los trabajadores cubanos que no salían nunca a protestar a las calles para exigir mejoras salariales ni aumentos en sus pensiones. Añadió que veía a la gente en la calle moverse con mucha libertad y que eso era evidencia de las ventajas del modelo político de la Isla. Mientras desarrollaba su argumento, varios policías con cara de pocos amigos revoloteaban a nuestro alrededor en el Parque Central de La Habana para detectar si yo era una nacional a la que multar por "acoso a un turista".
La lista de predicadores de la utopía, levantadores de castillos de humo y falsificadores de nuestra realidad es larga. Despliegan una historia de tonos dorados para convencer a su audiencia de que este es el mejor de los países posibles y que toda crítica a sus autoridades es una vil patraña imperialista. Parte de ese espíritu, entre ilusionista y combativo, impulsó a que una viajera española dijera -sin sonrojarse- ante una cámara que se gastó en un mes, y solo en alimentos, todo el salario de un ingeniero cubano.
¿Y ahora, Arantxa Tirado? ¿Dónde estás ahora para decir que ni el doble ni el triple de esa suma sirve para llenar la bolsa? ¿Te animas a filmar otro video en el mercado de la calle 17 en La Habana? Esta vez prepara el bolsillo y practica mejor las mentiras.
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