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Argumentos contra gritos

Yoani Sánchez

07 de octubre 2008 - 12:21

A Gandhi, en el 139 aniversario de su nacimiento

Se preparó. Pulió las explicaciones. Todas las propuestas, que había ido acumulando en años de mirar su realidad y querer cambiar las cosas, las afiló para una contienda verbal. Había calculado que su oponente en el debate le recordaría los beneficios y le advertiría de ciertas manchas en el sol, que sólo ven los inconformes. Para esquivar las comparaciones con otros países –recurso discursivo tan frecuente entre quienes quieren silenciar la crítica– se apertrechó especialmente. Estuvo listo para rebatir el insulto de que sus palabras favorecían al Norte, o que sus zapatos no parecían comprados con el salario de un obrero.

Fanático del beisbol, calentó el brazo de su polémica, como el cuarto bate que espera conectar un jonrón ante un adversario incapaz de lanzar nuevos argumentos.  Llevaba años esperando un espacio para la polémica y al fin el contexto para replicar parecía alcanzarse. Sólo que llegó al tablado de la discusión pensando que querían escucharlo. Craso error. En realidad, su rival sólo pretendía amordazarlo. De ahí que el logrado edificio de explicaciones que había construido, no soportó el grito y la agresión del otro. Para cada opinión encontró venas de la frente hinchadas, puños cerrados y ofensas a raudales. Intentó explicar que sólo pensaba en el bien de su país, pero el insulto de “mercenario” no le dejó terminar la frase.

Como no sabía responder a los golpes con trompadas, prefirió callar y su rival pensó que lo había exterminado.  Pero allí estaba, un hombre armado para el debate, reducido a protegerse de las pedradas. Regresó a su casa y descartó uno a uno los análisis, desechó las explicaciones sobre la inviabilidad económica del sistema y condenó -al peor lugar- su extensa diatriba contra una Revolución donde no ocurren cambios. Fue a la cocina y buscó la gruesa tranca con la que se protegía de los ladrones. El oponente logró su propósito: lo había convertido en alguien que necesita la violencia para hacerse oír.

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