De batalla en batalla
La Habana/Miguel Díaz-Canel ha asegurado ante la Asamblea Nacional que "la batalla fundamental de Cuba es la económica". Una frase que echa mano de esa manida metáfora bélica de la que tanto se ha abusado en el discurso oficial cubano de los últimos 60 años. Sus palabras se inscriben en una estrategia de abordar cada aspecto de la realidad como una lucha, una confrontación y un eterno combate, ya sea contra el enemigo político, un huracán o, en este caso, la economía.
¿Qué pasaría si en lugar de estar "fajados" todo el tiempo, los funcionarios cubanos vieran la producción, el mercado y el emprendimiento como aliados a los que ayudar, fomentar y promover? ¿Cuánto se notaría en nuestras vidas si dejaran a un lado las "armas" de las restricciones, desmontaran las "trincheras" de tantos absurdos burocráticos y sacaran la "bandera blanca" y reconocieran públicamente que este sistema no funciona?
La única guerra que vale la pena librar en este caso es la que termine con el rendimiento incondicional de tantos fallidos métodos de gestión que han llevado a esta Isla a la permanente bancarrota, la mendicidad financiera y la escapada en masa de sus hijos en busca de horizontes de prosperidad en otras latitudes. Es hora de decretar un "armisticio" económico, una paz cotidiana que permita que encontrar pan, transportarse en un vagón de ferrocarril o acceder a un periódico -que no repita consignas- no sean una permanente pelea, una encarnizada y desgastante contienda.
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