Bienvenido Hollande, adiós Hollande

François Hollande y Raúl Castro, en su reunión de hoy en el Palacio de la Revolución. (EFE)
François Hollande y Raúl Castro, en su reunión de hoy en el Palacio de la Revolución. (EFE)
Yoani Sánchez

12 de mayo 2015 - 06:25

El recibimiento oficial en el aeropuerto, la foto al estrechar la mano del anfitrión, una ofrenda floral ante la estatua de José Martí y la esperada conferencia en la Universidad de La Habana. ¿Cuántos políticos extranjeros han cumplido con este itinerario en los últimos meses? Son tantos que ya hemos perdido la cuenta.

Una verdadera lluvia de presidentes, cancilleres y diputados ha arreciado sobre Cuba sin que se sienta en la cotidianidad alivio alguno por tan ilustres presencias. En el desfile de líderes internacionales se ha sumado esta semana el presidente francés, François Hollande, quien aseguró que su país quiere "reforzar los lazos con Cuba" para que ambas naciones "asuman un mayor liderazgo internacional".

Durante su estancia, el político se entrevistó con Raúl Castro, visitó a Fidel Castro en su casa y le entregó la Legión de Honor al cardenal Jaime Ortega y Alamino. La agenda no incluyó, sin embargo, ningún encuentro con disidentes ni activistas. Su visión del escenario cubano no pudo ser completada con una mirada crítica sobre las relaciones del Gobierno con su propio pueblo. Al despegar el avión presidencial, el galo apenas se llevaba en sus retinas y sus oídos la versión oficial de los hechos.

En una conferencia en el Aula Magna, Hollande aseguró que "venir a Cuba es venir a un país que representó para América Latina una forma de expresión, de reivindicación de la dignidad y de la independencia". Aunque no lo dijo, el presidente francés sabe que también es arribar a una nación con presos de conciencia, sin partidos políticos, donde se reprime y amenaza a los opositores. Una tierra sin derechos sindicales, con una prensa independiente ilegal y un poder militar que se hereda por vía familiar.

En esta visita, necesitábamos reafirmar que la Francia de los derechos del hombre sigue creyendo en los inconmovibles valores que reconocen el derecho de los individuos a discrepar, a expresar sus diferencias sin miedo y a organizarse alrededor de ellas. Demandábamos unas palabras de apoyo, que nos confirmaran que el Gobierno del país europeo está dispuesto a apoyar en Cuba las ansias de libertad que tanto han marcado y modelado su propia historia nacional.

En la memoria de muchos, el primer mandatario galo en tierra cubana quedará archivado por su postura complaciente con las autoridades

Un hombre que ha declarado que franceses y cubanos han "compartido el mismo movimiento de ideas, las mismas aspiraciones, la misma inspiración filosófica", no puede creer que ha visitado un país donde los ciudadanos han elegido por voluntad propia subordinarse a un poder totalitario. ¿Piensa Hollande que hemos elegido tácitamente la jaula? ¿Supone acaso que estamos a gusto con las cadenas?

Como parte positiva de esta visita, nos quedarán la inauguración de la nueva sede de la Alianza Francesa y una ampliación de la colaboración en las ramas del turismo, la educación y la salud. Sin embargo, en la memoria de muchos, el primer mandatario galo en tierra cubana quedará archivado por su postura complaciente con las autoridades. Difícil recordar, transcurridos unos años, un viaje con un guión tan pasado por agua.

Hollande llegó acompañado de una delegación empresarial integrada por compañías como Pernod Ricard, la hotelera Accor, la aerolínea Air France, el grupo de distribución Carrefour, el de telecomunicaciones Orange, y varios bancos. Cerrar acuerdos en los sectores energético y turístico resultó finalmente la parte más sustanciosa de su presencia en Cuba, aunque el encuentro con Fidel Castro haya ocupado mayores titulares.

Pasará el tiempo y nuestro país transitará algún día hacia una nueva situación política. Escucharemos decir a algunos historiadores que la influencia ejercida por el presidente francés fue determinante en ese camino del cambio. Pero eso será después, cuando los cronistas reescriban el pasado y lo adornen a su conveniencia. Por el momento, es difícil saber cómo esta insípida visita podrá influir en nuestro futuro.

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