Calles sin protestas
La Habana/Una amiga me envía las fotos de una manifestación en apoyo a los palestinos en las calles de Viena. Me llegan también –desde todas partes del planeta– las imágenes con carteles de solidaridad o rechazo a una u otra de las partes implicadas en el conflicto de Gaza. Muchos toman partido y lo manifiestan, ya sea en un tuit, en una manera de vestir, un grito o una protesta pública. En Cuba, sin embargo, sólo la prensa y las instituciones oficiales pueden pronunciarse en titulares y declaraciones. En 14 días del último y cruento enfrentamiento entre Israel y Hamás, ninguna demostración espontánea sobre ese tema ha tenido lugar en nuestros espacios públicos.
La libertad se puede simular, sustituir por falsas cifras de bienestar y justicia, pero siempre algún hecho la pone a prueba. El hecho de que no sucedan en nuestro territorio protestas públicas sobre temas nacionales e internacionales, evidencia la falta de derechos y de autonomía social que padecemos. Se trata del mismo amordazamiento que impidió a organizaciones de la comunidad LGBT protestar por la llegada a la Isla de Vladimir Putin, considerado uno de los presidentes más homófobos que existen hoy en el planeta. Mal síntoma también que hoy, durante el arribo de Xi Jinping, no se vea a nadie a las afueras del aeropuerto reclamando la libertad de los disidentes chinos o exigiendo un mayor cuidado del medioambiente en ese país.
Lo repito, la libertad puede simularse, pero en un minuto queda en evidencia su falta, su inmensa ausencia. Así que algunos de mis amigos –uno de ellos tiene preparada su kufiya, mientras otro lleva una estrella de David tatuada en el brazo–, no podrán desfilar por las calles cubanas mostrando su preferencia o su indignación. A ninguno le está permitido por iniciativa propia denunciar los muertos, la sangre y el dolor. Así que no veremos fotos de La Habana con sus avenidas repletas de gente indignada por los sucesos de Gaza.