El 'drone' de Miguel

Yoani Sánchez

05 de junio 2014 - 07:00

La Habana/Nadie sabe cómo pudo entrarlo, con tantas restricciones aduaneras y paranoia gubernamental, pero Miguel tiene un drone. Chiquito, parecido a un juguete para niños y con cámara incluida. En sus ratos de ocio, este habanero de cuarenta años se dedica a explorar los patios cercanos y las azoteas de los vecinos con su nuevo divertimento. De tan diminuto, apenas si se nota cuando sobrevuela el barrio, mientras transmite imágenes y videos hacia una pantalla en casa de su orgulloso propietario.

Ahora es una travesura, pero si un día descubren a Miguel con su divertimento, a lo mejor hasta sale en la tele oficial como "agente de la CIA". Nunca se sabe. A un tío suyo, en los años setenta lo detuvieron en la calle por llevar encima una grabadora de cinta que pertenecía al periódico oficialista donde trabajaba. Se pasó largas horas en una estación de policía, hasta que el mismísimo director de la publicación tuvo que interceder por él. El tiempo ha volado y ahora los objetos "del miedo" son otros, pero las represalias suelen ser las mismas.

De todas formas, más allá del presumible castigo, ya Miguel ha averiguado algunas cosas valiosas. Ha visto la piscina que se esconde detrás de la alta valla de su vecino coronel, la antena parabólica que tiene un exministro en la azotea de su residencia y hasta la carne que rebosa del plato del rottweiler del pintor que vive en la esquina. También ha observado, con la visión nocturna de su artilugio, al hombre que cada madrugada se sumerge en el latón de basura y sale con sus "tesoros" bajo el brazo. Al custodio que dedica tiempo a abrir los contenedores del almacén para robar, sin que queden huellas en el sello de seguridad. Una madrugada hasta captó al presidente del CDR traficando con alcohol de un hospital muy próximo.

Miguel está mirando a Cuba desde el aire, a través de los ojos de su drone, y lo que está viendo es un país partido en trozos que no encajan.

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