La Cuba republicana, patrimonio del oficialismo
La Habana/La galería cercana al jardín exhibe los rostros de decenas de famosos que se alojaron en el hotel Nacional de La Habana. En una esquina se ve al mafioso Meyer Lansky, en la otra, las sensuales piernas de la bailarina Josephine Baker y el ancho torso del actor Johnny Weissmüller. Todos conforman ese "cóctel de pasado" que apuran, extasiados, los clientes extranjeros que llegan al lugar.
El oficialismo ha convertido la etapa republicana en un patrimonio de su exclusividad. Saca réditos económicos a las construcciones erigidas durante el capitalismo, rentabiliza los locales que marcaron la vida nocturna de aquellos años y se apropia de la escena cultural de la "Cuba mediatizada", tal y como la llama en los libros de historia.
La primera mitad del siglo XX se ha vuelto una mercancía, un producto que se vende en paquetes turísticos, souvenirs y a través de esa repetitiva música "enlatada", al gusto de los que buscan un golpe de nostalgia; pero también puede ser motivo de ojeriza cuando el sector privado es el que echa mano de esa escenografía con olor a naftalina.
La mayor parte de las imágenes que difunde el Ministerio de Turismo explotan la simbología de la Isla durante la primera mitad del siglo XX
El primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, ha expresado su molestia, en un video filmado en febrero pasado, por lo que considera la "apología de la época de Batista" que promueven muchos restaurantes y cafeterías particulares al utilizar en su decorado fotos de la República. Sin embargo, en su intervención el funcionario obvió convenientemente la mercantilización que el propio Estado hace de ese país que ya no existe.
La mayor parte de las imágenes que difunde el Ministerio de Turismo explotan la simbología de la Isla durante la primera mitad del siglo XX, llámese el bar restaurante Floridita, la Bodeguita del Medio o el cabaret Tropicana. Los jerarcas de Gaviota y otros grupos hoteleros recaudan dólares a cambio de explotar visualmente unos años que ellos mismos contribuyeron a destruir.
Como todo totalitarismo, el sistema cubano pretende controlar la información y el silencio; la prensa y los rumores; el presente y el pasado. Ahora, ha terminado por cerrar el cerco alrededor de los recuerdos de la Cuba republicana. Solo el poder tiene derecho a evocar ese momento y, claro está, lo hace a su manera.