Da Vinci en La Habana
Me gustan las exposiciones cuando pasan sus días inaugurales, cuando las palabras del orador principal se han apagado y los cocteles de bienvenida sólo son un sabor perdido en el recuerdo. Prefiero ese momento en que el salón de exhibición se queda vacío y alrededor de las obras sólo pasan los custodios del lugar y algún que otro visitante ocasional. Cuando el autor o el curador ya no están para explicarnos el por qué de aquel trazo en el lienzo o de aquella hendidura en la piedra. En medio de esa soledad, de ese mutismo sin cámaras ni brindis, la creación artística me subyuga más. Por eso esperé hasta ahora para ir a ver “El genio de Da Vinci”, una muestra que incluye las maquinas proyectadas por la mente de ese italiano universal y realizadas ahora con madera, metal... y mucho ingenio.
Desde el pasado 29 de junio, en el Salón Blanco del Convento de San Francisco de Asís, se exhibe un centenar de piezas donada por la Fundación Anthropos. Reproducción meticulosa de numerosos modelos dibujados por el hombre que ha simbolizado durante siglos la genialidad tanto artística como científica. Las máquinas del visionario Da Vinci expuestas en una ciudad que fue fundada justo en aquel 1519 en que él dejó de existir. Leonardo el ingeniero, el pintor, en medio de esta Habana del tercer milenio, a veces tan incomprendida y visionaria como él pero también tan ingeniosa. Leonardo el habanero que nunca fue, está ahora aquí con su vaticinio de submarino, con la escafandra que proyectó en sus bocetos, la bicicleta y la catapulta que surgieron de sus trazos. Y todo eso me sorprende entre los gruesos muros de una enorme Iglesia, cuando los destellos de las cámaras fotográficas ya se han ido y sólo quedan sus obras ante mis ojos.