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Desempleo juvenil

Yoani Sánchez

30 de marzo 2009 - 09:42

 

Ciertas porfiadas estadísticas jamás se anuncian en los medios de difusión; más bien se esconden a pesar de su alta incidencia. Junto al número de suicidios, de abortos y divorcios, se escamotea también la cifra real de desempleados. Los noticiarios y las vallas quieren hacernos creer que habitamos una sociedad donde todos tienen la oportunidad de encontrar un trabajo y los desvinculados lo son por su inclinación a la vagancia. Tantos brazos sin producir apuntan, sin embargo, a la esencia de un sistema que ha convertido el trabajo en sólo apariencia y el salario en una broma de mal gusto.

Hace unos días, un breve programa televisivo se acercó al tema del desempleo juvenil, pero sin mencionar el número de los actuales parados. La Habana, a las diez de la mañana de un día entre semana, es la mejor muestra de cuántos no tienen un trabajo para ganarse la vida. Los parques, las aceras y cada esquina, repletos de gente en horario laboral, resultan más confiables que los bajos índices de desocupación de los anuarios estadísticos. Para la cautelosa especialista que habló frente a las cámaras, muchos jóvenes tienen una falsa apreciación de sus potencialidades y por eso no aceptan ciertos empleos. Su frase fue seguida de una entrevista en la facultad de estudios socioculturales de la provincia Granma,  donde los recién graduados se quejaban de las plazas de “limpia-pisos”  o de inspector de mosquitos que les habían sido asignadas.

Tantos malabarismos verbales para no reconocer que mientras los sueldos sigan tan bajos, los jóvenes no se verán motivados a trabajar. No se trata de apelar a la abnegación o convocarlos a salvar la Patria con su esfuerzo diario, sino de pagarles una cantidad y en una moneda que les permita llevar una vida decente. El proyectado “hombre nuevo” no es tan diferente del resto de los humanos: quiere emplear su tiempo y su energía en algo que redunde en prosperidad y bienestar. Eso no debería ser tan difícil de entender por los especialistas, ni tan sistemáticamente ignorado por las estadísticas.

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