Unos días con Nauta
“La cola es larga pero camina rápido”, me dice alguien a las afueras de una Oficina de Cubacel. Después de una hora y varios gritos del custodio contra quienes nos agolpamos en la puerta, logro entrar. La empleada tiene cara de sueño y me advierte que ahí sólo abren el correo electrónico Nauta, pero que “bajo ningún concepto se configura la cuenta en el teléfono móvil”. La provoco un poco, “no importa, yo sé hacerlo, ya me descargué el manual de Internet”. El aguijón funciona porque me pregunta curiosa “Ah, sí… ¿y podrías ayudar a una amiguita mía que no sabe cómo hacerlo?”
No se sorprenda lector, estamos en Cuba donde lo restrictivo y lo caótico se mezclan. Donde la misma entidad que debería ayudar a sus clientes, termina por pedirle asistencia a estos. Así que le echo una mano con la amiga y la activación del email.
Después de la confianza ganada, paso a sacarle un poco de información a la aburrida señora. “Seguro que pronto también ofertarán Internet desde los celulares”, le dejo caer como un comentario más. Un chasquido con la lengua y un “no te hagas ilusiones”, me salen al paso desde el buró. Arremeto entonces, “bueno, si esto es por el cable de Venezuela me imagino que ampliarán el servicio” . Y ahí es donde la empleada me insinúa “ese cable es pá otra cosa”, mientras se pone el índice cerca de un ojo como señal de “vigilancia”.
Me voy a casa, tropezando a cada paso, por mirar hacia la pantalla del celular y al sobre que avisa de nuevos mensajes. Lo primero que hago es escribirle a varios amigos y familiares advirtiéndoles “este correo electrónico @nauta.cu no es confiable ni seguro, pero…”. Y a continuación una larga lista de ideas para lo que puede servir un buzón carente de privacidad, pero que puedo revisar a cualquier hora desde mi propio móvil. Le pido a varios conocidos que me inscriban en servicios de noticias nacionales e internacionales a través del email. Apenas pasada una hora, un aluvión de informaciones y columnas de opinión atiborran mi bandeja de entrada.
Me paso los próximos días buscándole las costuras al servicio, sus límites y potencialidades. Concluyo que para enviar fotos, resulta mucho más barato que el anterior camino del MMS. Antes, la única posibilidad consistía en mandar una imagen pagando 2.30 CUC (2 USD) y con una lentitud desesperante. Ahora, se pueden actualizar tanto Flickr, TwitPic como Facebook a través de su servicio de publicación por correo electrónico, abonando 0,01 CUC por cada kilobyte emitido. Una foto promedio para la web no supera los 100 Kb.
Entre sus potencialidades, resalta también la posibilidad de mantener un flujo de textos largos –más allá de los 160 caracteres de un SMS- con usuarios de Cubacel que ya tengan activado el servicio. En las primeras 48 horas logré hacer cadenas de noticias para otros activistas en varias zonas de Cuba. Hasta ahora todos los mensajes han llegado… aunque en el contrato de Nauta se mantiene la amenaza de cesar el servicio si se realizan desde éste “actividades (…) contra la independencia y la soberanía nacional”.
Hice además pruebas desde varias provincias de la efectividad de la conexión GPRS, necesaria para recibir y enviar correos. Tanto en La Habana, como Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey y Matanzas, pude conectarme sin grandes problemas. A no ser en algunos puntos de la carretera, donde ni siquiera hay señales para realizar llamadas, el resto de los intentos funcionó con éxito.
No todas son buenas noticias
En coincidencia con el nuevo servicio de correo electrónico desde los celulares, se ha notado un deterioro en el envío de SMS. Cientos de mensajes que en los últimos días nunca llegaron a sus destinatarios, aunque fueron cobrados con prontitud por la empresa telefónica, lo que apunta hacia un acto de censura o al colapso de la redes. Preferiría creer que se trata de esto último, si no fuera porque entre los más damnificados se encuentran activistas, opositores, periodistas independientes y demás ciudadanos incómodos.
Por otro lado, no debemos pecar de ingenuos. Nauta tiene todas las trazas de una red carnívora, que traga información y procesa nuestra correspondencia con fines de vigilancia. Muy probablemente contiene un filtro por palabras claves y efectúa observación minuto a minuto sobre ciertas cuentas personales. No descarto la publicación en medios oficiales del contenido de los mensajes privados que el gobierno estime conveniente. Tampoco la suplantación de identidad para dañar el prestigio de algunos clientes o el uso de información –como correos electrónicos de publicación en redes sociales- para hacerse pasar por ellos.
Todas esas posibilidades debemos tenerlas en cuenta al usar el nuevo servicio, pues no existe independencia alguna entre la empresa de telefonía y los órganos de inteligencia del país. De manera que cada palabra escrita, cada nombre referido, cada opinión enviada desde Nauta, podría terminar en los archivos de la Seguridad del Estado. Evitemos, entonces, facilitarle el trabajo.
Después de una semana con Nauta mi impresión es que se trata de una grieta que se abre. Por la que podemos proyectar nuestra voz, pero que también podría abducirnos. Remedo de web, internet minusválida, su servicio se queda muy lejos de lo que hemos exigido como ciudadanos del siglo XXI.
No obstante, sugiero utilizar esta nueva posibilidad y empujar sus límites, como mismo hemos hecho con los mensajes de sólo texto. Usado con cautela, pero con conciencia cívica, este camino puede ayudarnos a mejorar la calidad y cantidad de la información que recibimos y de nuestra presencia en la redes sociales. Ya lo dice su propio nombre, si no nos dejan ser internautas… por lo menos probemos a ser nautas.