A la distancia de un CLIC
Los vasos del Festival CLIC reproducen nuestras sonrisas
Mientras escribo este breve texto, la tendedera parece protestar bajo el peso de la ropa, el perro araña la puerta pidiendo su comida y mi hijo me pregunta si habrá almuerzo hoy. Después de varios días de desatender la casa, la rutina doméstica cae otra vez sobre mí, me saca del sueño de los kilobytes y me devuelve a la pedestre cotidianidad. Pero ha valido la pena. Desde el jueves pasado he vivido un adelanto de futuro, un trozo de mañana en medio de esta Habana atrapada en el pasado. El Festival CLIC fue justamente un anticipo de esos temas que discutirán los cubanos del año 2020 y mis inquietos nietos allá por el 2050. Tres jornadas para “pensar la tecnología, proyectarla, hacerla nuestra…”, desarrolladas en un ambiente inclusivo y plural. Desde discusiones sobre la producción artística en la era digital hasta el esbozo de una posible carta de derechos del internauta, fueron algunos de las cuestiones tratadas.
Bien difícil resultó organizar este evento por los caminos alternativos en una sociedad donde cada gestión está rodeada de obstáculos e impedimentos, mucho más si se produce de forma independiente. Así –varias veces- algún invitado a un panel no pudo llegar a tiempo por cuestiones de transporte, el rústico equipo de audio no ensordeció con el ruido de un feed back y la frugal merienda se demoró más de lo que nuestros estómagos aguantaban. Pero eso apenas fue el escenario, el improvisado contexto físico donde ocurrió lo trascendental. En medio de la sencillez material, el Festival CLIC logró sobrepasar nuestras expectativas. Un debate franco y abierto –sin censura-, una gran participación del público y la lograda intención de hacer de ésta una cita tecnológica y futurista, resultaron sus mayores alcances. Más de 200 personas pasaron por el lugar durante los tres días que duró el encuentro y el jueves 21 de junio, en la tarde, confluimos hasta 102 interesados en las redes sociales y en la Web 2.0. Todos los talleres planificados pudieron hacerse y las lluvias intensas sobre la ciudad no lograron disminuir el entusiasmo, aunque varios terminamos resfriados por culpa de los zapatos empapados y de la humedad.
No pudimos, sin embargo, lograr una representación de internautas tan diversa como deseábamos. Y no porque pusiéramos algún filtro ideológico o grupal, sino porque muchos invitados prefirieron no venir a pesar de haber sido convocados. El temor al intercambio de opiniones, el miedo al abrazo sigue dominando también la escena virtual de la Isla. El editorial de Cubadebate –amenazante y extremista- debe haber amedrentado a algunos que querían acompañarnos. Conseguimos, eso sí, que el gobierno cubano organizara por estos mismos días –a toda carrera- un Festival del Conocimiento para enseñar a las personas a hacer blogs y crear cuentas en Twitter. Lo cual, a mi juicio, es el mejor de los resultados de nuestro diminuto CLIC. Si empujando el muro los obligamos a ellos a correrlo unos centímetros… entonces, entonces hemos obtenido parte de lo que queremos.
Para el próximo año, el Festival CLIC tendrá que mejorar el nivel de sus paneles, crear una red wifi para que los participantes se descarguen los materiales del evento, despojarse de cierta seriedad para hacerse más interactivo y lograr convocar a esos periodistas, bloggers y twitteros que esta vez prefirieron no acompañarnos. Tenemos que llegar a la gente más joven para quienes el móvil, el teclado y el mouse son como extremidades de su propio cuerpo. Aunque –me alegra mucho decirlo- varios de ellos ya se colaron en esta edición. Al decir de un breve tweet en la cuenta @FestivalCLIC “No seremos solo un evento. Hoy nace una comunidad”. Así que nos veremos nuevamente, con la colaboración de Evento Blogs España (EBE), la torpeza de los editoriales oficiales y el espíritu juguetón y rebelde de nuestros internautas.
Niñas jugando por primera vez con un iPad en el Festival CLIC