La fuerza de la voz

El podcast 'Ventana 14' por estos días sopla las velitas de su segundo aniversario. (14ymedio)
El podcast 'Ventana 14' por estos días sopla las velitas de su segundo aniversario. (14ymedio)
Yoani Sánchez

13 de diciembre 2020 - 15:08

La Habana/"Amargo y siempre necesario", repito cada mañana de lunes a viernes mientras revuelvo un café que en ocasiones está concentrado, muchas aguado y otras es simplemente agua caliente pasada por una borra colada varias veces. Poco importa, el sorbito es solo un pretexto, pero el combustible son las noticias sobre la realidad cubana. Se llama el "cafecito informativo" y cumple dos años.

En diciembre de 2018 el servicio de acceso a internet daba sus primeros pasos en los móviles cubanos. Aunque tardó varios meses que la conexión se estabilizara en el barrio habanero donde vivo, las transmisiones en directo vía Facebook o Periscope no lograban ser sostenibles económicamente, dado el elevado costo de cada kilobyte enviado y tampoco se podían disfrutar fluidamente debido a los continuos cortes.

Y entonces volví a la voz, la primigenia. Solo el sonido que salía de mi boca sería el protagonista, lo otro podía recrearse: un lugar, una taza recién servida de café, una conversación cercana entre alguien que vive en esta isla y otro que está lejos o a la vuelta de la esquina. Así nació el podcast Ventana 14, que por estos días sopla las velitas de su segundo aniversario. Difundido por varias plataformas, el programa me ha abierto a una audiencia diferente a la que tengo desde mi blog Generación Y o cuando publico en el diario 14ymedio.

Solo el sonido que salía de mi boca sería el protagonista, lo otro podía recrearse: un lugar, una taza recién servida de café, una conversación cercana entre alguien que vive en esta isla y otro que está lejos o a la vuelta de la esquina

Aunque en dos años no han faltado los amigos y oyentes que me pidan que abra un canal en video por YouTube o Facebook para comentar estas noticias, he preferido mantenerme solo en sonido por razones claras en un país con tan poca conectividad a la web: quiero llegar a la gente que vive en la Cuba profunda, sea directamente a través del audio -con alrededor de un peso de tres megabytes- que mando de lunes a viernes o en los reenvíos que hacen por Bluetooth o wifi tantos usuarios.

Mi meta es estar pegada a la oreja del agricultor en un campo de Alquízar, del cuentapropista que intenta mantener abierto su negocio pese a tantos obstáculos en Sancti Spíritus, del ama de casa que en la barriada habanera de Cayo Hueso se debate entre comerse el pan del racionamiento o guardarlo hasta el próximo día para que su hijo lo lleve como merienda a la escuela. Ellos son mi principal audiencia.

Claro que también lo son el cubano que maneja en el apretado tráfico de Miami, la amiga que hace años emigró a Berlín y el crítico que sopesa cada una de las palabras que digo en busca de un desliz. Todos me hacen despertarme cada día y poner a colar la cafetera. ¿Hasta cuándo podré hacerlo? ¿Quién sabe? Ahora mismo se suman los problemas para difundir el podcast en el servicio de Telegram con varios obstáculos surgidos en WhatsApp, de los que aún no logro descifrar origen ni razones.

Pero, amén de los obstáculos, cada mañana tomo la cucharita para hacer la cortinilla musical del programa. Me doy un trago largo de café amargo sin una gota de azúcar y me lanzo al más duro y cuestionado ejercicio que un ser humano pueda hacer: decir su opinión sobre una sociedad, un modelo político, una situación económica. No hay manera de salir indemne, pero la voz, solo la voz, puede operar milagros.

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