Ganas de elegir
Desde hace semanas, hay palabras como “urna”, “votos” y “candidatos” que nos persiguen por todas partes. Primero fueron los comicios en Estados Unidos y ahora el tema ha renacido con lo ocurrido el domingo en Venezuela. Como si al final del año todo conspirara para recordarnos nuestra condición de no electores, nuestra escasa práctica de decidir quién nos dirige.
Uno se acostumbra a no poder optar qué va a llevarse a la boca, bajo qué credo va a educar a sus hijos o a quién le abrirá la puerta, pero esa resignación estalla cuando ve votar a otro. De ahí que tenga revueltas -por estos días- las ganas de doblar la boleta, colarla en la ranura y saber que junto a ella va mi grito, un estentóreo alarido que reclama: “elegir”.