Género fílmico
Un día, mi padre llegó a casa pálido y tembloroso. Acababa de ver un video –exclusivo para militantes del Partido Comunista- donde se anunciaban los recortes que traería el Período Especial. Sentados en la mesa del comedor, le oímos contar que las penurias podrían llegar hasta la temida Opción Cero, en la que una olla colectiva trataría de alimentar a todos los vecinos de la cuadra. El documental que mi papá vio aquella noche estaba destinado sólo a personas “probadas” ideológicamente. De ahí que mi hermana, mi madre y yo nos tuvimos que conformar con la narración aterrada que él nos hizo.
Sólo una “élite revolucionaria” parece tener el derecho a enterarse de esas cuestiones que atañen a todos los ciudadanos. Pensé que tan selectiva práctica se había ido a bolina, junto a otras que eran tan habituales en los años setenta y ochenta. Sin embargo, desde hace un par de semanas otro video forma parte de la cartelera de ese cine del secretismo y del ocultamiento. El tema de este nuevo filme es la defenestración de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque: los más recientes benjamines devorados por el poder. Ellos no son los héroes de la trama sino las víctimas, los chivos expiatorios de algo que parece más una tragedia griega que un thriller de acción.
Todos cuchichean sobre las escenas en las que ambos ex funcionarios desbarran de la generación en el poder, pero no se ha filtrado –todavía- una copia del custodiado video. Esta vez no ha pasado lo mismo que con la filmación de lo ocurrido entre Eliécer Ávila y Ricardo Alarcón, o con las imágenes del performance de Tania Bruguera. Los cubanos estamos esperando a que una mano generosa piratee el documental y lo ponga a circular en las redes alternativas de información. Ya no son los tiempos en que algo así se puede mantener en el circuito cerrado de los fieles, pues la tecnología no entiende de materiales clasificados o noticias sólo para elegidos.
Mi padre me ha llamado ayer para saber si he visto las grabaciones ocultas que le hicieron a quienes fueran canciller y secretario del Consejo de Ministros. “No te desesperes –le dije- en cuanto las tenga te las llevo” e inmediatamente me acordé de cuando él rompió la discreción partidista y nos alertó de lo que vendría.