¿Dónde están?, el grito desesperado a quienes contribuyeron al horror y se fueron

Todo aquel que tenga que confesar algún colaboracionismo es mejor que lo haga ahora, por pequeño que sea, guardarlo solo provoca dolor de ambos lados

Área del 'check-in' de la terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana
Área del 'check-in' de la terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana / 14ymedio

No se trata de revancha sino de sinceridad. Los veo partir cada día, hacer sus maletas, renegar de su ideología en silencio y dejar atrás a las víctimas de su extremismo, a los castigados por su supremacismo ideológico y a los muertos de su silencio. No, no es venganza, es justicia de que al menos digan algo una vez que se salgan del círculo vicioso en el que eligieron ser victimarios. Todo aquel que tenga que confesar algún colaboracionismo es mejor que lo haga ahora, por pequeño que sea, guardarlo solo provoca dolor de ambos lados.

No tengo ningún listado de nombres sobre los que saldar cuentas. Las cuentas ya las ha saldado la vida: hemos visto morir a tantos cruzando el mar, han caído miles por falta de una atención médica efectiva, quedan por despedirse otros muchos a consecuencia de la malnutrición que se ha apoderado de las casas de esta Isla y pendemos de un hilo, debido a la insalubridad que nos golpea por todos lados. En este punto ya no hay vencedores ni vencidos, solo sombras que deambulan.

Nos han dejado sus muertos y sus fantasmas, sus casas vacías, sus cascarones políticos, sus mentiras que no hay cómo sostener porque no queda nadie… o casi nadie

Deberían ser, por una vez, honestos. Decir que se equivocaron, que apoyaron un sistema que nos hundió en la ruina nacional, humana y familiar. Se van y, además, nos dejan su indiferencia. Se van y cambian sus nombres, reescriben su pasado, se hacen pasar por tolerantes allí donde antes solo habitó el extremismo. Se maquillan, se hacen cirugías estéticas-mentales, ya no dicen “compañero” sino “mister” pero no han hecho la necesaria revisión que implica toda superación humana, todo paso adelante.

Nos han dejado sus muertos y sus fantasmas, sus casas vacías, sus cascarones políticos, sus mentiras que no hay cómo sostener porque no queda nadie… o casi nadie. Se van y siguen asistiendo a las reuniones que hacen las embajadas cubanas a lo largo del mundo para recabar solidaridad con el castrismo, aplaudiendo al régimen, aceptando la represión y ajustando el grillete que nos ponen a nosotros, que seguimos aquí, cada día en la Isla. Se van y continúan siendo nuestros verdugos. Se puede cortar un cuello de muchas maneras: blandiendo el hacha o callando cuando otro la blande.

¿Dónde están sus gritos, sus demandas, su pensar en el drama que dejaron atrás más allá de enviar remesas a la familia o intentar sacarla de la Isla?

Si hemos perdido entre 2020 y 2023 un 10% de los residentes de esta Isla, no puede ser que esa cantidad de personas estuviera “limpia” de haber hecho un acto de repudio, haber chivateado a otro a través de los pérfidos mecanismos de los Comités de Defensa de la Revolución. No puede ser que ese sea el 10% más inocente de las barbaries que se han cometido en esta Isla en este más de medio siglo. Entonces. ¿Dónde está toda esa gente? ¿Dónde están sus gritos, sus demandas, su pensar en el drama que dejaron atrás más allá de enviar remesas a la familia o intentar sacarla de la Isla? ¿Dónde está su civismo? 

¿Es que acaso lo que queda es el olvido? ¿La indiferencia? ¿El sálvese quien pueda? Yo estoy aquí y ya veo los peores escenarios. Los estoy viviendo. Sin la implicación, que lleva una obligatoria autocrítica, de los que fueron parte de este engranaje que nos asfixia, no me imagino cómo vamos a salir de esta. Si es que salimos.

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