Historia de una chapuza
Los vecinos que pasan frente al enorme agujero se rascan la cabeza confundidos por la impresión de que están sufriendo un déjà vu. Razones para ese extrañamiento no les faltan porque la rotura hidráulica que ha obligado a cerrar la calle Conill, muy cerca de la Avenida de la Independencia (Rancho Boyeros), ha sido reparada en cuatro ocasiones en un plazo de menos de tres años.
El actual boquete lo ha cavado la empresa Aguas de La Habana, encargada del suministro de agua potable, el mantenimiento del alcantarillado y las labores de saneamiento o drenaje pluvial en la capital. Sobre esta entidad recaen buena parte de las burlas o improperios populares, por su notable incapacidad para ofrecer un servicio estable y de calidad.
El actual boquete lo ha cavado la empresa Aguas de La Habana, encargada del suministro de agua potable, el mantenimiento del alcantarillado y las labores de saneamiento o drenaje pluvial en la capital
Con una excavadora y una lentitud que desespera, los trabajadores han dejado a la vista en la calle Conill una tubería rota que, con las sucesivas reparaciones, se ha convertido en parte del paisaje de esta zona de Nuevo Vedado llena de edificio altos de la época del subsidio soviético. La conductora deteriorada ha pasado a ser un personaje conocido por estos lares y un indeseado "vecino" que, a cada rato, nos recuerda su presencia con un salidero.
"Es que el tubo se dañó", repite esta semana y con poco entusiasmo, el jefe de obras, cada vez que un preocupado residente le pregunta sobre las reparaciones que han afectado el suministro hidráulico en varias manzanas a la redonda. Los más sagaces indagan en por qué se rompe una y otra vez el mismo tramo de la conductora, que ni siquiera está ubicada en una calle muy concurrida por vehículos de gran volumen, pero el hombre evade responder.
La clave para entender la reincidente rotura pasa por reconocer el grado de chapucería que tienen la mayoría de las obras públicas en Cuba. "Cada vez que la arreglan no refuerzan bien la zona entre la tubería y el asfalto, por lo que el paso de los carros termina dañándola", asegura un vecino que no ha estudiado ingeniería ni ha dirigido una brigada de reparaciones hidráulicas, pero que conoce bien su barrio.
Otros han sido cómplices indirectos de las malas prácticas que ha sufrido el tramo. "La última vez se robaron parte de los materiales y hasta hubo quien asfaltó la entrada de su garaje privado con lo que desviaron de esa obra", cuenta otra residente cercana. "Rellenaron el hueco como quisieron y dos semanas después ya había otro", apunta.
Hemos pagado cuatro veces por esta reparación", asegura un vecino que vende pizzas por cuenta propia a pocos metros de allí. "Y digo que hemos pagado porque esto sale de nuestros impuestos"
El bache en la calle comenzó siendo un ligero desnivel, pero con el paso de los meses se tornó un peligroso agujero. Los vehículos del cercano Ministerio de la Agricultura debían hacer maromas para evadirlo y después de los aguaceros se encharcaba por varios días. Al final, volvió a repetirse la historia y la tubería que estaba debajo terminó cediendo.
"Hemos pagado cuatro veces por esta reparación", asegura un vecino que vende pizzas por cuenta propia a pocos metros de allí. "Y digo que hemos pagado porque esto sale de nuestros impuestos, que son bastante altos". El preocupado contribuyente pasa cada mañana frente al agujero y se pregunta si habrá una quinta vez. "¿Esto es una maldición?", se cuestiona. Pero Aguas de La Habana no tiene respuestas.
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