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La ‘justicia’ revolucionaria

Dos mujeres abordan un taxi colectivo (almendrón) en La Habana. (14ymedio)
Yoani Sánchez

01 de marzo 2017 - 00:12

La distancia entre el Capitolio habanero y la Ciudad Deportiva sigue siendo la misma y, sin embargo, parece haber cambiado. Con los precios topados que impuso el Gobierno local a los recorridos de los taxis privados, ese trayecto se ha vuelto inmenso y difícil de sortear. Donde antes se necesitaban entre 5 y 15 minutos de espera, ahora hace falta aguardar hasta una hora para subir a un almendrón.

A estas alturas, quienes se frotaban las manos por la rebaja en el transporte por cuenta propia deben haber caído en la cuenta de que la mano del Estado ha quebrado un frágil entramado donde regía la oferta y la demanda. Los boteros recortan sus viajes en señal de protesta y muchos se mantienen en sus casas sopesando si vale la pena pasar tantas horas frente a un timón para obtener ganancias cada vez más reducidas.

Los damnificados con esta disminución somos todos. El nuevo rico que gestiona un restaurante, la doctora que debe trasladarse hasta un hospital, el anciano que va a un turno médico o el estudiante que cuenta los centavos para llegar a fin de mes. No ha sido un golpe a una clase social que puede pagar entre 10 y 20 pesos cubanos por un recorrido, sino un mazazo a todos los que en alguna ocasión, aunque de manera esporádica, usan este tipo de transporte.

La propaganda oficial la emprende contra los trabajadores del sector privado, pero guarda silencio ante el Estado expoliador que paga una miseria

Como muchas medidas restrictivas de este proceso “revolucionario”, ésta también se ha rodeado de un tufillo de falsa justicia, de una aureola de pretendido igualitarismo. La propaganda oficial la emprende ahora contra los trabajadores del sector privado que cobran por un viaje la mitad de un salario diario, pero guarda silencio ante el Estado expoliador que paga tal miseria.

Los reportajes televisivos abordan a los pasajeros para captar el momento en que dicen que “aquello era un abuso que no podía seguir” o que “ahora sí que los precios están más cercanos a los bolsillos”. Pero callan sobre esos anaqueles de las tiendas estatales donde un litro de aceite se lleva el sueldo de dos jornadas y un kilogramo de pollo puede significar una semana de dura tarea.

¿Toparán los precios también en esos mercados? ¿La emprenderá el Consejo de la Administración de La Habana contra esa red de comercio minorista donde un padre debe abonar una quincena salarial para comprarle a su hijo un par de zapatos? La justicia revolucionaria es tuerta en estos casos, solo ve en la dirección que le conviene.

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