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Lámparas recargables

Yoani Sánchez

21 de junio 2009 - 21:06

Nos espera un verano incierto, donde se anuncian cortes eléctricos, alza de precios y en el que hasta se pronostica una estampida migratoria. Sin embargo, muchos cubanos ante el dilema de solucionar sus dificultades cotidianas o intentar cambiar algo, prefieren concentrarse en la sobrevivencia personal. Organizan la escapada en el marco de las fronteras nacionales, evadiendo las leyes o lo que es lo mismo, delinquiendo. No son sólo aquellos que entran por la ventana de un almacén en la noche, o los que arrebatan una mochila a un inocente turista, sino también el almacenero que altera las facturas o el custodio que viola el sello del contenedor que debe proteger. Hay una forma de infringir las leyes, socialmente aceptada, que consiste en robarle al Estado. Dentro de ella se mueve el camarero que aumenta los precios o introduce en el restaurante insumos adquiridos por su cuenta para venderlos como si fueran “de la casa” y el bodeguero que cambia la lista de consumidores del mercado racionado para disponer de mercancías sobrantes.

La línea de la ilegalidad la pasa también el encargado de la recepción de un hotel que -en combinación con el administrador- vende una habitación que nunca registra, el taxista que hace un viaje sin activar el taxímetro o el tornero que confecciona una pieza “por fuera” de su plan de producción. El aduanero deja pasar objetos prohibidos, el policía no pone una multa, la funcionaria de una oficina municipal del instituto de vivienda acelera un trámite, el maestro sube una calificación y el inspector se vuelve ciego ante las infracciones que debe reportar.

Con las ganancias resultantes de esas “fechorías” refuerzan las paredes de la burbuja que los resguarda de los discursos, pero que también los disuade de protestar públicamente. El fruto de tantas ilegalidades termina sobre los mostradores de las tiendas en divisas, se materializa en esa lámpara recargable que este verano alumbrará algunas casas. Mientras, afuera, a quién le importa que reine al apagón.

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