Liderazgo

Yoani Sánchez

28 de julio 2013 - 20:19

Noel zurce las aspas de un ventilador. Tiene su pequeño taller en un portal de la barriada del Cerro. Repara planchas eléctricas, batidoras, enrolla todo tipo de motores obsoletos y se le dan bien las ollas arroceras y los calentadores de agua. No es un trabajo que genere muchos dividendos. Parte de los clientes le piden sus servicios fiados y después no los vuelve a ver; otros quieren pagar en plazos que no terminan por saldar. Sin embargo, además del menguado sustento, esa labor le proporciona a Noel una experiencia única. Cada día, está en contacto con la gente, con mucha gente. Habla, opina, le cuentan lo que salió en la antena parabólica ilegal y sobre todo escucha, abre las orejas a lo que le dicen. Así que se ha convertido, en su diminuto cubículo lleno de grasa y cables, en un actor de opinión, en un líder nato apreciado por su habilidades y respetado por sus palabras.

Cuba está llena de gente como Noel, anónima, sencilla, que conoce la realidad a un nivel al que ningún ministro podría llegar, aún con los asesores más competentes. Personas que no salen en las pantallas de la televisión, ni son un número en ningún desfile, pero tienen el carisma natural y el contacto con la población para liderar cambios. Por el momento sólo sabemos de aquellas con las que hemos logrado interactuar o encontrar personalmente, aunque son miles. Nunca redactarían una plataforma política, sin embargo saben al dedillo los problemas más acuciantes que recorren nuestra sociedad. Tampoco firmarían una demanda exigiendo mejoría en los derechos humanos, ni abrirían un blog, ni practicarían el periodismo independiente o la jurisprudencia autónoma. La palabra “activista” les asusta y llamarles opositores pondría fin a la vida que llevan ahora. Son –sin decirlo- todo eso y mucho más. Son ciudadanos con conciencia, a los que les duele la situación de su país.

El futuro de nuestra nación estará influido por cubanos así. Veremos llegar a la esfera pública a tantos que hoy están tras un buró en una oficina, frente a un aula o rellenando formularios en alguna dependencia estatal. En cuanto sientan que hay un marco de respeto para decir sus opiniones públicamente, surgirá por todos lados. Es importante que en el momento en que decidan dar ese paso no se encuentren con nuestra suspicacia ni con nuestra confrontación, sino con nuestro abrazo. Porque mientras Noel cose el aspa rota de un ventilador, yo siento que algún día tendrá también la capacidad de unir trozos partidos y separados de nuestra realidad. El mismo cuidado con que pega el plástico y alista el motor, lo pondrá en el liderazgo social que ostentará mañana.

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