Mayorista vs minorista
Tengo la impresión de estar atrapada en un permanente deja vu, en una realidad donde se repiten frases, quejas y situaciones casi exactas. Hoy al mediodía, escuché en la calle palabras idénticas a las de hace una semana; la vecina rumiaba problemas muy similares a los que tenía dos décadas atrás y en la carnicería una larga fila parecía calcada de otra del año 1994 o 2002. Es difícil sacudirse la sensación de que esto ya lo vivimos, de haber caído en un bucle que nos devuelve una y otra vez al mismo punto por el que ya pasamos. Una de esas escenas recurrentes es la de perseguir los alimentos y otros productos básicos en medio del desabastecimiento crónico de nuestros mercados. Caerle atrás a un poco de aceite, a un paquete de salchichas o a un trozo de jabón con que lavar la ropa.
La muy esperada reforma que permitió el renacer del trabajo por cuenta propia ha generado algunos problemas de los que apenas si se habla. Carentes de un mercado mayorista en el que comprar la materia prima para sus pequeñas empresas, los trabajadores privados se han volcado en la ya debilitada red minorista. Amanecen en las afueras de las panaderías y de algunas tiendas para adquirir grandes cantidades de mercancías que terminarán en la cocina de los restaurantes y de las cafeterías. Sin rebajas especiales por la cuantía de la compra y sin muchas garantías de calidad, mantener el suministro de vegetales, granos y carnes, deviene para ellos una tarea angustiosa, difícil y sumamente costosa. Además, disminuye notablemente el porciento de productos que llegará a manos del consumidor no industrial, del cliente individual que sólo los necesita para uso doméstico. La mayoría minorista.
El endeble comercio estatal no está preparado para la demanda que le ha caído encima en los últimos meses. De ahí que parezca casi imposible sostener por mucho tiempo la convivencia entre las burbujas de prosperidad del sector privado y el ineficiente suministro de las empresas oficiales. Si esa contradicción no se resuelve, llegará el momento en que la carne de cerdo, los pimientos o la papa sólo se podrán encontrar en el plato de una paladar. Y la vecina que se quejaba hoy –por enésima vez- de la ausencia de papel sanitario, deberá visitar el baño de los nuevos restaurantes para recordar cómo eran aquellos rollos, cuán blancos, cuán suaves.