No permiten que la tragedia fastidie la celebración del 66 aniversario de la Revolución

En este inicio de 2025 la explosión en Holguín se ha atravesado en el camino de tanta parafernalia

Cada enero, en Cuba se repite la misma cansina secuencia de conmemoraciones, caravanas de la libertad y evocaciones oficiales.
Cada enero, en Cuba se repite la misma cansina secuencia de conmemoraciones, caravanas de la libertad y evocaciones oficiales. / 14ymedio

La Habana/Amantes del ritual y ancladas a los actos simbólicos, las dictaduras son dadas a organizar con tiempo y de forma rígida un guion de celebraciones, eventos públicos y coberturas mediáticas en aniversarios y fechas fundacionales. Nada puede apartarlas de ese protocolo proyectado para engrandecer su poder y mostrarse eternas. Cada enero, en Cuba se repite la misma cansina secuencia de conmemoraciones, caravanas de la libertad y evocaciones oficiales de aquel enero de 1959 cuando Fidel Castro tomó el poder en la Isla. Pero en este inicio de 2025 la tragedia se ha atravesado en el camino de tanta parafernalia. 

Durante todo este martes, los cubanos hemos estado pendientes de las noticias que, a cuentagotas, salían de las inmediaciones del almacén de armamento y municiones en la comunidad de Melones, perteneciente al municipio de Rafael Freyre, en Holguín. En el enclave militar, una serie de explosiones pusieron en alerta a los vecinos y obligaron al Ministerio de las Fuerzas Armadas a publicar una nota en la que se limitaba a informar escuetamente de los estallidos. A medida que avanzaba el día y los testimonios y las imágenes tomadas por residentes en el lugar llegaban a las redes sociales, creció la preocupación de que el incidente era mucho más grave de lo que las autoridades admitían y de que estaba lejos de ser controlado. 

Poco después, en las calles se comenzaba a manejar la cifra de 13 personas desaparecidas en la base militar pero la prensa oficial seguía dando la prioridad a los actos planificados para la conmemoración de las efemérides de enero de 1959. Nada podía interrumpir lo planificado para la jornada: mostrar a un sonriente Miguel Díaz-Canel rodeado de jóvenes comunistas en La Plata, hacerse eco de la ceremonia por el aniversario de la Policía Nacional Revolucionaria y seguir de cerca la patética caravana que recorre las provincias, remedando el recorrido que hace 66 años hicieron los barbudos de verde olivo.

El drama no tenía cabida en ese esquema de autosatisfacción. Las posibles víctimas de las explosiones no encajaban en la opereta creada para pavonearse de haber controlado a un país y sus millones de habitantes por más de seis décadas, de haber destrozado completamente la economía de una nación y haber forzado al exilio a cientos de miles de sus hijos. Nada podía empañar las jornadas de festividad. Por eso, la actualización del siniestro y los nombres de los oficiales y soldados desaparecidos quedó relegada al final del noticiero estelar y Díaz-Canel tardó casi 24 horas en hacer mención en sus redes sociales a lo sucedido. 

Pero la tragedia no elige el momento ni el lugar aunque parezca que lleva años encaprichada en estas tierras

Pero la tragedia no elige el momento ni el lugar aunque parezca que lleva años encaprichada en estas tierras. Las analogías son inevitables. Se repite el dolor de aquellos días del incendio en los Supertanqueros de Matanzas, la aflicción colectiva dejada por la explosión del hotel Saratoga y las pavorosas imágenes de un avión desplomado cerca del aeropuerto de La Habana que se cobró 112 vidas. Otra vez el sufrimiento se instala en los hogares cubanos y el secretismo intenta esconderlo, reducirlo a un mero incidente que no merece las principales portadas ni los primeros minutos en los informativos.

Las dictaduras no soportan que la desolación arruine su fiesta, que el padecimiento ajeno les obligue a recortar las celebraciones largamente diseñadas.

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