¿Estamos ante una nueva Primavera Negra en Cuba?
Hace 17 años, mientras el mundo miraba atentamente la invasión a Irak, el régimen cubano aprovechó la distracción para asestar el golpe represivo de la Primavera Negra. Este marzo, mientras los medios internacionales dedican sus titulares al coronavirus, la Plaza de la Revolución aprieta las tuercas del control. El rostro más visible de esta nueva razia es el artista Luis Manuel Otero Alcántara, quien está preso desde el domingo 1 de marzo por dos supuestos delitos, uno de ultraje a los símbolos patrios y otro de daños a la propiedad.
Otero Alcántara hace un tipo de arte irreverente y social que molesta al oficialismo. Lo mismo protesta por la eliminación del busto de un líder comunista para inaugurar en su lugar un lujoso hotel, que recuerda en una de sus instalaciones el alijo de armas que La Habana intentó pasar a través del Canal de Panamá con destino a Corea del Norte. Residente en San Isidro, una de las zonas más pobres de la capital cubana, este artista nacido en 1987 se ha convertido en la piedra en el zapato del anquilosado Gobierno cubano.
La molestia que provoca Otero Alcántara en la nomenclatura isleña tiene varias causas. Viene de una familia pobre, es mestizo y ha nacido dentro del proceso revolucionario. A las autoridades les descoloca que tras haber recibido "educación y salud gratis", como repite machaconamente la propaganda oficial, no se dedique a aplaudir sino a cuestionar. Para colmo, con su arte desmonta y desacraliza al poder hablándole de tú a tú. Rechazan también su mirada universal, su uso acertado de las nuevas tecnologías, que lo han ayudado a difundir sus acciones, y su compromiso social que lo coloca en la incómoda categoría de artivista.
Al castrismo le molesta sobre todo el talante transversal de Otero Alcántara, que ha incluido con acierto en sus obras la agenda LGBTI, la defensa de los animales y la música urbana, entre otros asuntos
Sin embargo, al castrismo le molesta sobre todo el talante transversal de Otero Alcántara, que ha incluido con acierto en sus obras la agenda LGBTI, la defensa de los animales, la música urbana, la literatura alternativa, los postulados disidentes, la relación entre Cuba y Estados Unidos, los dolores del exilio, el rescate -más allá de la ideología- de los símbolos nacionales y la crítica a los excesos personalistas de Fidel Castro. La ironía, el sarcasmo y los cuestionamientos salpican su trabajo con una frescura y espontaneidad a la que han renunciado muchos de esos otros creadores, de galería y catálogo, que han preferido no incomodar al poder y dedicarse a vender su arte sin meterse en problemas.
Por utilizar la bandera cubana en varias de sus instalaciones y performances, Otero Alcántara será juzgado en un contexto en que las citaciones policiales contra activistas, las detenciones arbitrarias y la violación de la libertad de movimiento contra periodistas independientes también arrecian. Probablemente en las climatizadas oficinas del Partido Comunista se planifica hacer de este juicio una acción ejemplarizante que cale en toda la sociedad, aguijoneada por el desabastecimiento, la ineficiencia del sistema y la disfuncionalidad de las instituciones. A falta de pan, miedo.
Como en marzo de 2003, el régimen cubano espera aprovechar la distracción mundial para asestar un nuevo golpe a las libertades ciudadanas. La Primavera Negra vuelve, pero queda por saber cómo vamos a reaccionar ahora ante ella.
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Este texto fue publicado originalmente por la página de América Latina de Deustche Welle.
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