El nuevo cartismo
Los buzones de correo se parecen a las urnas electorales, tienen una rendija para introducir el papel y su contenido –ya sea una carta o una boleta– recibe en esta Isla similar irrespeto. A pesar de las limitaciones con la correspondencia, resulta más fácil hacer llegar un sobre a su destino que incidir con nuestro voto en el curso del país. De ahí que uno de los deportes más practicados por mis conciudadanos sea el de escribir sus quejas a las instancias superiores, dirigidas justamente a los causantes de la mayor parte de nuestros problemas.
Una señora redacta un largo lamento sobre la fosa albañal que brota en el patio de la escuela cercana; el vendedor de pizzas denuncia por escrito al inspector que le exige un porcentaje de las ventas a cambio de no cerrarle el kiosco; aquel paciente necesitado de una cirugía deposita su misiva contando que lleva un año a la espera de entrar al salón de operaciones. Los reclamos son tantos que en muchos ministerios la recepción de cartas corresponde a un departamento con varios empleados. Una verdadera inundación de hojas que repiten –una y otra vez– el conocido encabezamiento “Por este medio, me dirijo a usted…”
De un tiempo a esta parte ha aparecido la modalidad de la carta digital que se echa a circular por la intranet de varias instituciones. De forma similar, se inició la polémica intelectual de 2007 y ahora vemos asomar los criterios inconformes de varias personalidades de la cultura. Por mi pantalla han desfilado la carta del actor Armando Tomey, otra del crítico literario Desiderio Navarro y una muy buena de Luis Alberto García, quien interpreta el personaje de Nicanor en los cortos de Eduardo del Llano. El cartismo ha venido a sustituir al necesario referéndum a través del cual expresar nuestros reclamos de cambio.
Nuestra tendencia epistolar tiene similitudes con aquel movimiento de la Inglaterra decimonónica que logró más de un millón de firmas para presentar La Carta del pueblo ante la Cámara de los Comunes. Los cartistas de entonces lograron presionar para que se introdujeran ciertas reformas, pero tengo la impresión de que nuestras esquelas son papel mojado, broma de boleta, tinta que se diluye ante la inercia estatal.