Nuevo símbolo de status
Vivo equidistante de dos mercados agropecuarios, uno donde venden campesinos, cooperativistas o sus correspondientes intermediarios y el otro que está a cargo del Ejercito Juvenil del Trabajo (EJT). En el primero hay casi de todo, frutas, vegetales, viandas y hasta carne de cerdo. El estatal pocas veces tiene algo más que boniato, ají, cebolla o fruta bomba verde y cuando llega algún producto cárnico las colas se alargan. La diferencia fundamental entre estos dos “agros” no está en la variedad sino en el precio, tan es así que mis vecinos llaman al mercado de los campesinos “el agro de los ricos” y al del EJT el de “los pobres”.
Lo cierto es que para lograr una comida medianamente balanceada hay que pasar por los dos. Primero se deben inspeccionar las tarimas repletas de los mismos productos que abundan en la gran área perteneciente al EJT y después evacuar los antojos y los caprichos de calidad con los bruñidos tomates del mercado de los “guajiros”.
A veces, cuando el deseo y la nostalgia me pican, me voy a comprar una piña al “agro de los ricos”. Tengo el cuidado de llevar una bolsa de tela para guardar a la reina de las frutas y esconder de las miradas el obsceno símbolo de status que ella representa.