Parabólicas

Yoani Sánchez

14 de febrero 2009 - 09:14

Detrás de un tanque de agua, esconde Dayron una antena parabólica para captar la televisión de México y Miami. Vive en un edificio de ocho apartamentos y suministra a cada vecino un cable con la prohibida programación. Aunque la policía rastrea a estos distribuidores ilegales, poco puede hacer, dado el creciente número de quienes cometen el mismo delito.  La Habana parece -por momentos- una telaraña surcada de falsas tendederas y tubos de agua por los que corre, en realidad, la proscrita señal de las televisoras extranjeras.

Suscritas a semejante negocio underground, muchas familias pagan una mensualidad de doscientos pesos cubanos, la mitad del salario de cualquier profesional. Reciben a cambio veinticuatro horas de telenovelas, shows y musicales. Los pocos e ideologizados canales nacionales no pueden competir con los colores llamativos y la variedad que llegan desde la osada antena, orientada hacia el satélite.

Para contrarrestar este fenómeno, el gobierno ha entrenado equipos policiales que rastrean las azoteas y cortan los cables sospechosos. La multa puede exceder los mil pesos e incluye la confiscación de los equipos receptores y del televisor. El temor a ser sorprendidos no logra, sin embargo, hacer desistir a los audaces televidentes. Algunos emprendedores han logrado, incluso, colocar las redes de distribución por debajo de la calle, junto a las viejas cañerías de agua. Para hacerlo han contratado verdaderas brigadas que simulan reparar algún salidero, cuando en realidad difunden el perseguido cable.

Los clientes de Dayron están dispuestos a correr todos los riesgos, con tal de ver algo diferente.

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