Persépolis
De niña me gustaban los libros con “figuritas” y esa atracción por los textos acompañados de imágenes, me queda hasta hoy. El gustazo mayor me lo doy cuando encuentro una historia bien escrita, junto a ilustraciones hechas por el propio autor. Fue justamente esa combinación la que me cautivó de Persépolis, el libro de la iraní Marjane Satrapi. Me adentré en sus primeras páginas para evocar mis tiempos de lectora de historietas, pero no calculé que esta visión de Irán me impactaría tanto.
Como todo llega bastante tarde a mi Isla, primero supe de la marea verde en Teherán y después pude acercarme a la historia de esta mujer crecida en medio de la intolerancia y las prohibiciones. La Marjane pequeña no deja de hacerse preguntas, tal y como me ocurre a mí desde hace más de veinte años. Si no fuera por el velo negro sobre el pelo y la presencia constante de la religión, pensaría que Persépolis cuenta la historia de la Cuba en que he vivido. Especialmente en lo referente a la crispación, a la constante mención del enemigo externo y al martirologio alrededor de los caídos.
Le mostré a Teo algunas páginas del libro y se quedó con la vista fija en el recuadro donde Marjane reflexiona sobre una valla política. La frase anunciaba que “Morir como mártir es inyectar sangre en las venas de la sociedad” y la niña se figuró un cuerpo que gritaba, mientras lo transfundían a la insaciable Nación. Mi hijo, que no se queda atrás en eso de cuestionárselo todo, le encontró similitudes con la consigna de “Estamos dispuestos a derramar hasta la última gota de nuestra sangre”, tan repetida por estos lares. No pude controlar mi imaginación gráfica y visualicé a un cubano que goteaba sobre el suelo patrio, después de ser exprimido hasta el máximo.