Cuando el personal médico es el agresor
La Habana/Recientemente y tras la lectura de un texto publicado por la periodista Elaine Díaz, directora del sitio digital Periodismo de Barrio, el tema de la violencia obstétrica ha vuelto a generar debate en las redes sociales y está obligando a muchos a repensar todo aquello que ocurre en los salones de preparto y parto a lo largo de Cuba.
Violencia obstétrica es cualquier práctica, ya sea por acción o por omisión, que es realizada por el personal de la salud y que afecte el proceso reproductivo de las mujeres, entre ellas está el trato deshumanizado, la medicación injustificada y la patologización de procesos que son naturales. Agrego a esa definición general, la violación de principios éticos en el tratamiento de la gestante, la burla o escarnio, la vulneración de su privacidad y hasta el impedirle rodearse de sus seres queridos durante el momento del alumbramiento.
Comenzando porque deben atravesar muchas veces ese difícil momento de dar a luz en solitario, sin compañía de su esposo o su familia porque en los centros hospitalarios de esta Isla todavía no se permite el acompañamiento
¿Cuántas historias de irrespeto, maltrato y desidia no escuchamos cada día sobre las mujeres que son atendidas en los hospitales ginecológicos y ginecoobstétricos cubanos? Comenzando porque deben atravesar muchas veces ese difícil momento de dar a luz en solitario, sin compañía de su esposo o su familia porque en los centros hospitalarios de esta Isla todavía no se permite el acompañamiento en el parto, algo que los directivos achacan a la falta de recursos o de privacidad en los salones, pero que le arrebata a los padres el momento mágico del nacimiento, donde se establecen vínculos que son indestructibles para el resto de la vida.
Las malas condiciones de los hospitales, donde se mezclan falta de higiene y de infraestructura, hacen que las horas de espera previas a un nacimiento ocurran en salas carentes de las mínimas condiciones, donde muchas veces la gestante no tiene ni agua para tomar que no sea la que ha traído de su casa. A eso se le suma la poca información que recibe sobre todo el proceso que está viviendo. La atención médica en Cuba incurre frecuentemente en falta de transparencia hacia la persona que está siendo atendida.
También es violencia obstétrica el no pedir permiso a la gestante para invadir su privacidad con un grupo de estudiantes que vienen a ver el proceso de la dilatación o el parto. Aunque está muy bien que los jóvenes que serán futuros galenos aprendan, eso debe pasar por el consentimiento de la mujer y debe ser anunciado y avisado de antemano. Otras prácticas nefastas que se repiten a lo largo de este país son el tacto realizado por más de una persona, la episiotomía o corte exterior como procedimiento de rutina y hasta el uso sistemático de fórceps.
Muchos se sorprenderán de que estos procedimientos, tan comunes en esta Isla, sean considerados por numerosos organismos internacionales como violencia obstétrica. Pero añado que también forman parte de ese tipo de violencia las burlas, las frases que tan frecuentemente escuchamos en boca de enfermeras y personal médico al estilo de "a un gustazo un trancazo" o "si tú lo disfrutaste ahora te toca sufrirlo" que oímos con demasiada ligereza en nuestros centros obstétricos. Son todas formas de humillación.
Otras prácticas nefastas que se repiten a lo largo de este país son el tacto realizado por más de una persona, la episiotomía o corte exterior como procedimiento de rutina y hasta el uso sistemático de fórceps
Si a eso le sumamos que las gestantes tienen que muchas veces ofrecer regalos y hasta pagos para recibir una mejor atención, obtener más rápidamente una cama en una sala y su familia debe cargar con todo o casi todo lo que va a necesitar durante su estancia en el hospital, desde sábanas, pasando por ventilador hasta llegar al cubo para cargar el agua y descargar la taza de baño, todo eso hace del proceso natural del parto un verdadero calvario para muchas mujeres cubanas.
Respetar a la mujer en ese momento tan importante de su vida, regalarle una experiencia hermosa y no traumática, informarle a cada paso, acatar sus decisiones, tomar en cuenta su privacidad y respetar su cuerpo son prácticas que deben estar indisolublemente ligadas al proceso médico de ayudar a parir un hijo. Sin eso, el parto se deshumaniza y la mujer queda con una herida abierta de por vida: en su sensibilidad, en su autoestima y en su feminidad.
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