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Algo podría comenzar este martes

Yoani Sánchez

04 de noviembre 2008 - 16:06

 

La calle no es la misma ni las vecinas –normalmente chachareando en las colas de los mercados– hablan hoy de los temas de siempre. Levantan las cejas y señalan hacia el Norte, mientras hacen vaticinios sobre quién saldrá electo en las urnas norteamericanas. No recuerdo haber vivido una algarabía así alrededor de las elecciones presidenciales cubanas de febrero pasado.

El zapatero de mi edificio ya tomó partido por un candidato y la viejita que vende flores tiene colgado en la blusa un sello de Obama. Nuestra aburrida trayectoria de dos presidentes en cincuenta años nos exacerba  la curiosidad hacia las elecciones foráneas. También sabemos que la decisión de los votantes estadunidenses repercutirá aquí adentro y no tan metafóricamente como el aleteo de una mariposa en el Amazonas. Las remesas que permiten a miles de familias cubanas llegar a fin de mes vienen fundamentalmente de la otra orilla, donde habita una porción de esta Isla que los insultos de “gusanos”, “vendepatrias” y “mafiosos” no han logrado excluir de nuestros vínculos emocionales y familiares. El propio discurso político de nuestros gobernantes perdería eficacia sin colocar a los Estados Unidos en el papel del enemigo. Nunca como hoy el destino de Cuba ha estado tan aparentemente separado y, sin embargo, tan dependiente de lo que ocurra a noventa millas

.

Así que todos estamos expectantes de quién saldrá ganador este martes 4 de noviembre. Los que tienen hijos que sólo pueden venir a visitarlos cada tres años, confían en que el candidato demócrata flexibilizará los viajes a la Isla. Otros apuestan a que la mano dura de los republicanos logrará forzar las aperturas que hemos esperado por décadas. Ante el pronóstico reservado que muestra el interior de nuestro país, hay quienes aseguran que el resultado de hoy pondrá en marcha o descarrilará –definitivamente– el carro de las reformas en Cuba.

Yo preferiría que lo empujáramos nosotros mismos, pero muy pocos quieren cambiar la labor de profeta por la ardua tarea de hacer que las cosas ocurran. Hasta la hora que escribo este post, el caprichoso vehículo de los cambios parece estar  varado al borde de la calle. Tengo mis dudas de si lo acontecido este martes lo impulsará a moverse.

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