Un Primero de mayo pasado por agua
La Habana/El Cerro es fango y lágrimas en estos días. Uno de los más populosos municipios de La Habana trata de recuperarse de las sorpresivas lluvias que dejaron tres fallecidos en toda la ciudad, más de 1.400 casas afectadas y 27 derrumbes entre parciales y totales. Muchas familias perdieron sus más preciadas pertenencias y toda la urbe tiene ese olor que queda después de las inundaciones, en el que se mezcla el tufo de las aguas albañales, los desperdicios y el dolor.
El escenario principal de la tragedia que vive la capital habanera está puertas adentro, en las viviendas donde no pudo salvarse ni una silla, pero la prensa oficial intenta minimizarla porque ocurrió apenas unas horas antes del "triunfal" primero de mayo que debía mostrarle al mundo la "adhesión del pueblo cubano al sistema socialista".
El drama de quienes aún sacan con palas –y esfuerzo propio– el lodo de sus salas y sus habitaciones, no encuentra cabida en estos días de "gloria sindical", invitados extranjeros y hasta del viaje de Nicolás Maduro para compartir la tribuna de la Plaza de la Revolución con quienes viven en casas bien protegidas de las inclemencias naturales. Mientras, a pocos metros del lugar en el que ondeaban las banderas y se gritaban consignas esta mañana, los afectados de la tormenta del miércoles tratan de retomar el ritmo de sus vidas. La marca del agua, que alcanzó el metro ochenta en algunas zonas, está fresca en las fachadas y en los recuerdos.
Debieron haber suspendido un desfile que ha costado los miles de pesos necesarios para ayudar a los damnificados
Hay países donde a un presidente le cuesta su cargo no personarse en el lugar de un siniestro o de un desastre natural. La ausencia de funcionarios gubernamentales en un área afectada por una tormenta, un volcán o un terremoto le ha granjeado en muchos lugares la animadversión de los ciudadanos y el repudio de la comunidad internacional. En Cuba, sin embargo, la fanfarria se ha impuesto como estrategia para desviar la atención de los problemas. Este Primero de mayo ha sido una muestra de cómo la propaganda oficial privilegia el triunfalismo y minimiza la miseria.
Una señora estaba sentada esta mañana en una esquina de la calle Amenidad e Infanta mirando hacia el cielo. La manos húmedas de sacar el agua del apartamento en el que vive en planta baja. "Hace falta que se acabe el desfile", dijo en voz alta para todo aquel que quisiera oírla, con esa oleada de valentía que nos embarga cuando ya no tenemos nada que perder. "Cuando todo esto termine, quizás se acuerden de nosotros", reafirmaba con cierta ilusión.
No se organizan fiestas en el lugar de la desdicha. Por pudor, debieron haber suspendido un desfile que ha costado los miles de pesos necesarios para ayudar a los damnificados. Un poco de cordura política hubiera hecho falta... pero ¿quién puede pedirles pensar como el proletariado a esos que han vivido 56 años como acomodados burgueses?