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Las profecías de Zumbado

Yoani Sánchez

15 de abril 2008 - 21:20

Me di un saltico por Penúltimos días y por el Blog de Enrisco para leer el dossier dedicado a Héctor Zumbado. Caí en cuenta que muchos habíamos dado por muerto –esa mala manía de enterrar a la gente aún respirando- a quien fuera el más infatigable jaranero, bromista y arrancador de tiras del pellejo de burócratas, funcionarios y administradores. Zumbado nos ha gastado a todos la mejor de sus bromas, la más acabada de las burlas: hacernos creer que se había escapado de este absurdo, cuando en realidad nos observa todavía desde el “estado de gracia” en que lo dejó una misteriosa paliza.

En medio del zumbe del homenaje, logré encontrar un ejemplar de su hilarante Limonada, que a pesar de las amarillas páginas de papel gaceta, me hizo reír por enésima vez. El más lacerante de sus chistes lo encontré en el prílogo -forma en que el autor denominó a esa mezcla de prólogo y epílogo-, cuando en un tono que quiere parecer serio anunció:

“ Debido a la época en que se escribió Limonada (1969-1971) –uno de los períodos de más dificultades económicas que hemos tenido y que obligó a implantar una serie de medidas y controles en la distribución (más algunas deficiencias de la organización, más la imaginación desbordada de algunos administradores del área comercial), muchas situaciones que se plantean (en el libro “Limonada”) ya no son válidas pues ha sido superadas por el natural avance de la Revolución… “

Y ahí está la puñalada dolorosa de la guasa, lo profético de su choteo enmascarado en negación. Zumbado sabía que no era una coyuntura, que lo que parecía temporal y casual en realidad era sistémico y para siempre. Por eso, todavía hoy, sus historias resultan punzantemente actuales… llamativamente vigentes. Reparé especialmente en su texto sobre Chapucio, ese torpe voluntarioso que “si administra un parque infantil ¿para qué va a estar en la bobería esa de estar arreglando los aparatos, si los niños, en definitiva, no protestan, ni mandan memorándums, ni van a las asambleas a descargar? Ellos siempre sonríen, siempre parecen felices”.

Compruebo, entonces, que seguimos padeciendo de lo mismo, aunque los funcionarios han engordado y se llaman gerentes. Sólo que ahora estamos sin el látigo de Zumbado y sin el refrescante consuelo de una limonada.

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