El reencuentro
El jueves pasado he estado en La Habana, aunque sin moverme de Madrid. Gracias a la guitarra de Boris Larramendi me di un saltico por la Isla. Un breve –pero intenso- regreso, sólo a golpe de acordes y de buena música. En un local de la capital española nos encontramos un grupo de amigos, algunos graduados de la Facultad de Artes y Letras, pero también antiguos asistentes a cuanta peña musical existió en los años noventa en Cuba. Me sentí como en casa, pues justo en la sala de nuestro apartamento tuvimos una de aquellas tertulias que antenoche hemos recordado. Evocamos nuestra infusión de caña santa y ese poco de azúcar con el que recuperábamos las energías después de subir las bicicletas 14 pisos por la escaleras. Pero sobre todo hemos rememorado las buenas canciones que se escuchaban allí, el espacio de libertad que lográbamos crear al menos por unas horas.
Más allá de los estribillos y el arroz con frijoles, disfruté especialmente el reencuentro con estos compatriotas. Muchos de ellos tratan todavía de abrirse camino en una España azotada por la crisis económica y los cuestionamientos políticos. Algunos desempleados, otros ilegales, varios con hijos nacidos aquí que no conocen el país de sus padres; todos pendientes de lo que ocurre en Cuba. Boris cantó hasta quedarse ronco, las palmas de las manos se nos enrojecieron por acompañarlo con aplausos y -ya pasada la medianoche- el humor brotó, los chistes nos acompañaron.
En una pared un televisor mostraba imágenes grabadas en las calles habaneras. El malecón y la esquina de 23 y L, quedaban como fondo audiovisual que acompañaba nuestra “guaracha” improvisada alrededor de dos mesas. En un momento me percaté que aquella grabación que pasaba en la pantalla era de una cámara de seguridad policial. De manera que allí estaba aquel material de vigilancia filtrado y convertido en mero video de divertimento en un espacio recreativo. La banalización del ojo oficial; el control convertido en frívolo reporte de la cotidianidad. Pero ni siquiera eso nos distrajo de lo más importante que estaba ocurriendo en aquella sala: la confluencia. Estábamos encontrando el punto en común después de una larga travesía y de una prolongada separación. Éramos más libres que en cualquier tertulia habanera y no obstante seguíamos siendo el fruto de todas aquellas tertulias habaneras. Bendito pasado que nos ha esperado en este mañana.