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Soluciones

Yoani Sánchez

23 de diciembre 2008 - 19:38

Si no propones “soluciones”, ni se te ocurra hacer uso del arma de la crítica, me aclaran algunos que tampoco exponen un solo remedio. Su tono me evoca las aburridas asambleas pioneriles en las que estuve presente durante todos mis años escolares. Cuando me llegaba el turno de hablar y mis señalamientos desbordaban lo personal para criticar lo sistémico, alguien me paraba en seco para recordarme que un verdadero revolucionario plantea soluciones, no quejas. Ejercer el criterio debía hacerse de forma constructiva –me advertían– y con el tiempo comprendí que no era un llamado a la diatriba provechosa sino al conformismo.

Aquellas críticas cercenadas trajeron estos problemas para los que ni siquiera los proponedores de la “crítica útil” tienen una solución. Mis pocos conocimientos en materia económica no me permiten, por ejemplo, aventurarme a enmendar el entuerto de la dualidad económica en el que vivimos hace quince años. Tampoco tengo antecedentes científicos para saber cómo se resolverá la maldita circunstancia del marabú por todas partes. Piernas cortas en la política me impiden prever cómo se harán efectivas las palabras de Juan Pablo II de “que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba.”

Sin embargo, mi olfato ciudadano me ha hecho descubrir intuitivamente la SOLUCIÓN. Sólo la libre opinión hará que aquellos que pueden mostrar remedios se atrevan a hacerlo. El economista que guarda en su gaveta el plan para sanear la economía cubana necesita garantías de que no será castigado por decir sus ideas. Todos los proyectos políticos, sociales y de política exterior, que están ocultos ante la posible represalia que pueden sufrir sus creadores, reclaman un espacio de respeto.

Dejen que todos hablen, no importa si en lamento o con el respaldo de una propuesta estudiada para enfrentar los problemas. Anuncien públicamente que cada cubano puede decir lo que piensa y proponer una solución desde el color político y la orientación ideológica en la que crea. Verán entonces como afloran los bálsamos, como la queja deja lugar a la propuesta y cuán mal les sienta eso a los crónicos detenedores de la crítica.

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