Cuando tiembla la tierra
Imagen tomada de: http://mashable.com/
Una isla que ha visto sucederse un cúmulo de tragedias, invasiones y dictadores, muestra hoy los fragmentos del desastre, las huellas de un temblor que por natural no es menos abominable. A ese Haití que Carpentier nos mostró en “El reino de este mundo” y que los noticiarios nos han hecho compadecer, la desdicha se le ha vuelto crónica y el llanto se le ha constituido en lenguaje habitual. Más que un sismo, la patria de Jacques Roumain ha sido estremecida por la desgracia, que viene a caer sobre la inestabilidad social, la debacle económica y el desespero. Para cualquier nación algo así sería una calamidad, para Haití es todo un apocalipsis.
No es el momento de hacer política con el dolor, ni de salir ante el micrófono prometiendo ayudas, sino de socorrer sin condiciones, sin ansias de reconocimiento o de gratitud. Me asusta especialmente que de aquí a tres meses el sufrimiento ya no sea titular en ningún periódico y a la gente le haya dejado de parecer urgente el drama haitiano. Temo que nos acostumbremos a la desdicha y la piel se nos curta ante el drama, que nos quedemos concentrados en nuestros problemas sin darnos cuenta que otros gritan ahí al lado.
El sismógrafo puede indicar que no habrá nuevas sacudidas, pero el contador de la vida está marcando en rojo. Es hora de auxiliar y hay que hacerlo de inmediato.
* En estos momentos, varios bloggers junto a otras personas de la sociedad civil cubana estamos buscando una vía para hacer nuestro pequeño aporte a los damnificados. Proponemos recoger ropa, medicamentos y útiles de aseo personal y llevarlos a la representación de Caritas en La Habana.