La trampa de las palabras
Nacida en el corazón de Cayo Hueso, barrio insigne de Centro Habana, me gusta manejar todos los registros a la hora de hablar y de expresarme. Dígase con esto que siempre me ha maravillado la agudeza popular a la hora de crear expresiones o palabras. Me fascina una frase como “ese es tu maletín” (ese es tu problema) o una nueva que le he oído a mi hijo, que dice: “¡qué toqueta!” (evolución de aquel “qué tocaó” que usábamos en los noventa para definir lo que era bueno o estaba a la moda).
Lo que detesto sobremanera es la palabrería hueca, la teorización que evade llamar a las cosas por su nombre, el giro verbal que esconde o enmascara. Cuán poco refleja -por ejemplo- la definición económica de “dualidad monetaria” al aplastante hecho de no poder comprar con la moneda en la que te pagan lo que necesitas para vivir. Qué pálido parece el eufemismo de “priorizar los recursos del país para el turismo” cuando se choca de frente contra el muro de la segregación que evita que los cubanos podamos hospedarnos en un hotel o rentar un auto.
Antes que perderse en las complejidades de una frase como “inviabilidad sistémica del proyecto socialista cubano” creo que sería mejor decir el cotidiano y extendido: “esto se jodió”. No dejemos que sean los académicos ni los burócratas los que le pongan nombre a lo que vivimos. No les permitamos que cubran con tecnicismos incomprensibles lo que es el día a día de nosotros. Que no enmascaren con conceptos como “sistema de distribución racionada”, “apoyo popular” o “emigración económica” lo que a nosotros nos llega como “esto no te toca”, “ni te atrevas” o “si no te gusta te vas”.