De Ubre Blanca al toro de siete patas
La Habana/Lo extraordinario, lo insólito, fue durante mucho tiempo nuestra esperanza. En esta Isla tenía que haber estado la Atlántida, nacido la reencarnación de Alejandro Magno y habitado la vaca que más litros de leche había dado en la historia de la humanidad. Como todo pueblo niño, necesitábamos sentir que nadie nos superaba y que lo común quedaba lejos de nuestras fronteras. Ubre Blanca, la vaca que aún atesora un récord Guinness, fue una víctima sacrificada en el altar de esa vanidad nacional y política. Pasados los tiempos de aquellos exagerados logros ganaderos, ahora solo nos queda pavonearnos de las anomalías.
Muñeco es un toro de siete patas. La prensa local acaba de narrar su historia, de añojo salvaje nacido a partir de dos animales comerciales de la raza cebú y adoptado finalmente por el ganadero Diego Vera Hernández en la zona de Trinidad. Lo que distingue a este ejemplar de otros tantos que mueren de hambre y sed en los campos cubanos es que le brotan del lomo, cerca del morillo, tres patas adicionales y un testículo. Su anatomía resume todo lo que la retórica oficial necesita: por un lado lo inconcebible y, por otra, esa pizca de virilidad que no debe faltarle a nada ni a nadie que quiera pavonearse de ser made in Cuba.
Pasados los tiempos de aquellos exagerados logros ganaderos, ahora solo nos queda pavonearnos de las anomalías
Las tres patas de Muñeco lo han salvado del sacrificio ilegal bajo el que sucumben tantos de sus congéneres debido a las necesidades y la mala gestión ganadera que exhibe el actual sistema. Ese trozo de otro toro que le cuelga de la espalda, lo ha librado del cuchillo del matarife en medio de la madrugada, porque un avispado ganadero se dio cuenta de que tenía ante sus ojos un animal de feria, una criatura de circo, para mostrar a los periodistas y en las ferias agropecuarias. Pero no hay mucha diferencia entre esta mascota de genes traviesos y aquella vaca que representó todas nuestras esperanzas de ver correr la leche por las calles y ahogarnos en fábricas de queso y yogurt.
Ubre Blanca murió por los excesos de un líder necesitado de resultados, pero Muñeco ha vivido para orgullo de esta nación lastrada por sus propias malformaciones.