¿Y mi vaso de leche?
Después del discurso de Raúl Castro el día 26 de julio me tropecé con varios amigos que me saludaron de una manera similar aludiendo al “vaso de leche” prometido por Él ante las cámaras. De los casi sesenta minutos de panegírico la gente extrajo esa promesa, la que anunciaba como conquista lograr “que cada cubano pueda tomarse” un vaso del preciado lácteo cuando quiera.
A mí, que soy de los que crecieron a golpe de infusión de cáscara de naranja, la noticia me pareció increíble. Creo que primero ocurrirá que mandemos un hombre a la luna, logremos el primer lugar por países en las próximas Olimpiadas o descubramos la vacuna contra el SIDA, antes que podamos poner al alcance de cada persona de la isla el olvidado café con leche en la mañana.
Parezco escéptica, ya lo sé, pero lo mismo les pasó a los encargados de editar el discurso de Raúl para publicarlo en el Granma (en papel y en Internet). En ambas versiones fue censurada la promesa de la leche al alcance de todos.
Empecinada en volver a oír la más inmediata conquista a la que estábamos abocados, me senté frente al televisor el viernes 27 de julio para ver la retransmisión del discurso. El asombro se duplicó cuando en el momento que correspondía la ya antológica frase de la leche, noté un corte de edición que la suprimía y en su lugar ponía el mar de banderas de la Plaza Ignacio Agramonte.
A estas alturas no sé, si en mis desvaríos alimentarios, soñé lo del vaso de leche o realmente existió.