Unos sacan un cartel y otros se van de Cuba
Se llama Marina Ovsyannikova y hasta hace pocos días era editora en el Canal 1 de la televisión oficial rusa. Pero, tras haber tenido la valentía de aparecer con un cartel contra la guerra en Ucrania durante un informativo en vivo, su nombre ha pasado a ser sinónimo de entereza profesional y de audacia, además de un símbolo del que debían aprender muchos en países autoritarios.
El día que Ovsyannikova desplegó su letrero, las redes sociales sobre Cuba estaban inmersas en el enésimo debate alrededor de un periodista oficial que puso pie en polvorosa y está pidiendo asilo en ese país que hasta hace poco era el centro de sus ataques. Como ante cada polémica de este tipo, unos acusaban al presentador de oportunista, otros apelaban a la empatía para aceptar su fuga y los más convertían su salida del país en el nuevo parteaguas que nos iba a dividir como cubanos.
Una mujer, sola, con una cartulina escrita a mano, sacudió toda la polémica que nos desgastaba. Hizo parecer frívolos los argumentos de un lado y de otro
Una mujer, sola, con una cartulina escrita a mano, sacudió toda la polémica que nos desgastaba. Hizo parecer frívolos los argumentos de un lado y de otro. "Detengan la guerra, no crean en la propaganda", decía el cartel que enseñó en cámara detrás de la presentadora de noticias. Con aquel gesto no solo mostró un decoro inmenso sino que se arriesgó a terminar en un proceso legal que la lleve por largos años a prisión, aunque hasta ahora su osadía haya quedado en un arresto y una multa.
Sin proponérselo ni tener esta Isla en su cabeza, Ovsyannikova nos estaba hablando también a los cubanos. A esos que reniegan de toda persona que trabaja en un medio oficial les estaba diciendo que un día, cualquier empleado de esos mecanismos de propaganda toma un papel o usa su voz para denunciar una injusticia y llega hasta una audiencia mucho mayor que un activista gritando en una esquina.
A la otra parte, que llama a la misericordia con los periodistas oficiales que hasta ayer estaban difamando opositores y ahora celebran haber llegado "a tierras de libertad", esta joven rusa les estaba recordando que siempre se puede hacer algo. Cada oportunidad frente al micrófono, cada posibilidad de hablar en vivo y no denunciar la dictadura es una ocasión perdida, y tiempo que se le regala al sistema autoritario de más larga data en este hemisferio.
Ovsyannikova nos lanzó contra el espejo de nuestras pequeñeces. Ni todos los que trabajan en los canales oficiales son adocenados repetidores de consignas ni el "nada se puede hacer porque todo está controlado" sirve de mucho para evadir la responsabilidad cívica. Nos toca velar de cerca para que esta mujer no termine con sus huesos en la cárcel, envenenada por una sustancia misteriosa o empujada al exilio; pero también llamar a que cada cubano use el resquicio que se le abra para lograr sacudirnos este horror.
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