He perdido mi olor a perro, ese aroma mío
México DF/Llevo dos largos meses con mis hijos en el DF mexicano. Como casi todos los cubanos, un parte de mi familia vive en otro país, así que he venido hasta tierras aztecas a reencontrarme con los míos. Durante este tiempo, he dejado atrás a mi esposa y a todos los clientes de la pequeña clínica veterinaria en la que trabajo en Cuba. El viaje ha sido placentero y difícil. Mis "niños" me miman y tratan de darme todos los gustos que pueden, en comidas, recursos y lugares nuevos por conocer. Pero me faltan mis animales.
Mis dos perras satas se han quedado en La Habana y casi cada día tengo algún arranque de nostalgia. Cuando más me pega el latigazo de la añoranza es al ver a alguien pasear con su mascota por la calle. Mis hijos no cuentan con tiempo para ocuparse de cuidar animales, de manera que no tienen ni siquiera un canario. Se me vuelve difícil estar sin un lomo que acariciar o sentir a mi lado en el sofá el calor de una mascota.
Ayer he descubierto, además, que después de tantas semanas aquí, ya ni siquiera tengo olor a perro. Normalmente en Cuba cuando salgo y me encuentro con alguno de ellos siempre me huele los zapatos, los bajos del pantalón y reconoce el olor de sus congéneres. Sin embargo, este lunes me he tropezado con una señora y su hermoso dóberman y nada... como si yo fuera inodoro, como si mi aburrido olor humano no le interesara. Tengo ganas de regresar a casa para que me devuelvan ese aroma, ya mío, que he perdido.