Sueños de un católico cubano
El papa Francisco ya se marchó de Cuba y nos dejó varios mensajes importantes. Nos habló del servicio al otro, la misericordia, el amor y la humildad. Sin embargo, más que palabras, sus ideas llegaron también con gestos y actitudes. Después de escucharlo y verlo, me pregunté: ¿Podrá este hombre ayudar a transformar las actitudes y el lenguaje de nuestros dirigentes?
Tendremos que esperar un poco para saberlo, pero la semilla está sembrada y nos toca a nosotros abonarla y regarla para que dé frutos. No nos podemos permitir seguir desangrándonos en una lucha estéril. Cuba es de todos los cubanos, piensen como piensen y vivan donde vivan. Quienes dirigen el país tienen la obligación de garantizar la convivencia pacífica y la amistad social de todo el pueblo.
Durante mucho tiempo, los cubanos hemos estado enfrascados en una de esas fases de la tercera guerra mundial que mencionara el papa Francisco. En nuestro caso se trata de la tristemente célebre Batalla de Ideas, que tiene como ingrediente principal alimentar el odio y la violencia entre los propios cubanos.
Mientras eso ocurre hacia el interior del país, las delegaciones oficiales que asisten a eventos internacionales como las cumbres del ALBA o la CELAC hacen discursos donde derrochan solidaridad, compromiso y amor.
Sueño con que se aplique esa política exterior del Gobierno también al pueblo cubano.
Esa actitud se percibía también en los periodistas de la televisión cubana que cubrieron la visita papal. Repetían las frases de Francisco y trataban de vincular todo lo positivo que él decía con la Revolución cubana, mientras que le adjudicaban lo negativo al resto del mundo. Daba la impresión, con sus palabras, de que en esta Isla todo está bien y que es el resto del planeta el que anda muy mal. No querían reconocer que aunque el obispo de Roma se dirigía a todos, lo hacía de manera especial a los cubanos: del Gobierno, religiosos, opositores e incluso no creyentes.
Inspirada en esos mensajes de Francisco, la sociedad civil debe trabajar unida en la construcción de una nueva Cuba, donde prime la cultura del encuentro y del diálogo, la justicia y el amor. Habrá que poner fin también al monopolio informativo del Partido Comunista y darle reconocimiento a la sociedad civil, sin importar las diferencias ideológicas y de puntos de vista. Es hora de dejar de ser candil de la calle y oscuridad de la casa para trabajar hacia el interior de nuestro país con amor y humildad.