Con la salida de la central de Cienfuegos, el déficit eléctrico alcanza el 40% del consumo
La UNE pronostica este martes una afectación de 1.378 MW en la hora pico, superando el récord de septiembre
La Habana/La noche del 19 de agosto de 2022, los habitantes de Nuevitas, Camagüey, salieron a la calle para protestar contra los cortes de luz y en La Habana los vecinos de varios barrios dieron cacerolazos a modo de protesta. Ese día, el déficit energético había alcanzado los 1.061 megavatios (MW). Este martes, el déficit rebasa los 1.300 MW —un 40% del consumo nacional—, después de semanas de interminables apagones, y los cubanos están desanimados.
La salida por un "mantenimiento previsto" de la central de Cienfuegos, junto a varias unidades de otras termoeléctricas averiadas, dio el golpe fatal a la Unión Eléctrica, que anunció a sus clientes que el déficit podría llegar a los 1.378 MW en el horario pico.
La escasez de 1.000 MW, traducida en horas y horas de apagones, parecía ser una frontera infranqueable para la tolerancia de los cubanos, pero ya no. El déficit máximo que da el parte diario de la Unión Eléctrica de Cuba (UNE) hace muchas semanas que no baja de esa cifra y no mueve ni conmueve, más allá de las numerosas quejas en redes que recibe diariamente el régimen por esta cuestión.
Es más, si alguna vez los apagones bajan de las 16 o 19 horas, como sucedió en días pasados en Camagüey, la gente hasta se siente afortunada. “Pudimos hablar con la familia en La Habana porque solo estuvimos 12 horas sin electricidad”, decía este jueves una anciana camagüeyana que apenas puede cargar su teléfono móvil en el poco tiempo que cuenta con suministro de energía.
"Cómo estará la cosa, que a mí se me apagó la moto eléctrica en mitad de la calle el domingo. No me da tiempo ya a cargarla"
“Cómo estará la cosa, que a mí se me apagó la moto eléctrica en mitad de la calle el domingo. No me da tiempo ya a cargarla”, cuenta a este diario un vecino de Sancti Spíritus, donde los apagones son, cómo mínimo, de ocho horas seguidas. “Casi nunca cumplen la programación: muchas veces acaban quitándola dos horas antes de lo que anuncian y poniéndola una hora después”.
La Habana, aunque sufre menos los embates de los cortes eléctricos, tampoco se libra de ellos durante varias horas en el día, incluso en lugares donde antes era impensable. Por ejemplo, las tiendas de venta en moneda libremente convertible (MLC). Este lunes, La Isla de Cuba –uno de los comercios más antiguos de la ciudad, suntuoso antes de la Revolución–, en la calle Monte, estaba en plena oscuridad. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría antes, no estaba cerrada.
En la puerta, sus gerentes habían instalado una pequeña mesa con varios artículos y avisaban de que el pago tenía que ser en línea, por Transfermóvil. “¿Sólo se puede comprar esto que hay aquí?”, preguntaba una clienta, a la que un empleado le respondía que sí, pero “cuando salgan las dos personas que hay ahora”. La mujer se negó: “¿Cómo voy a entrar ahí, si es una boca de lobo ahí dentro”.
En los edificios grandes, la falta de luz, que se prolonga entre cuatro y seis horas, los inconvenientes se multiplican. “El ascensor ya lo paran desde temprano para evitar que se quede trabado con gente y la vida se congela”, refiere a 14ymedio Luis, un vecino de Nuevo Vedado. “Hoy mismo estamos esperando a una persona, con una máquina pesada, para destupir una tubería que está haciendo caer agua hacia el apartamento de los bajos, y tememos que cuando llegue no haya electricidad y no se pueda hacer el trabajo”.
Lo peor, opina Luis, es este conformismo: “La vida se va recortando y ajustando a la falta de electricidad, y el apagón llegó para quedarse”.