Cucarachas y ratas compiten con los vecinos del Teatro Musical de La Habana
El edificio, cerrado desde 1989, está consumido por la basura y el abandono
La Habana/En el edificio del clausurado Teatro Musical de La Habana no se puede vivir. Los vecinos llevan decenios luchando por que las autoridades hagan algo con el lugar, situado en la esquina de Consulado y Virtudes, en Centro Habana, echado a perder desde que se cerró, en 1989.
"Si no se puede reconstruir o rehabilitar como teatro, por lo menos que lo limpien", denuncia Lydia, que vive a dos cuadras del teatro y tiene amistades en el edificio que, con licencia para alquilar a extranjeros, tuvieron que abandonar el negocio. "Lo menos que sube por ahí son cucarachas; hay ratas y todo tipo de alimañas. Cuando llegaban los turistas y veían el panorama, cancelaban inmediatamente".
Los residentes también refieren que muchas veces "drena agua, o quién sabe qué líquido", desde el interior del inmueble. En la entrada, se acumula la basura rebosante de un contenedor que hace muchos días no se recoge. En los aleros y las paredes del costado, crece la vegetación sin cortapisas. "Eso debe de ser una jungla por dentro", ironiza otro joven que pasa por el lugar este lunes.
"Eso debe de ser una jungla por dentro", ironiza otro joven que pasa por el lugar este lunes
Construido en 1959 en lo que había sido el viejo Teatro Alhambra –fundado en 1890 y venido abajo en 1935, donde se representaban sainetes solo para hombres–, el Teatro Musical de La Habana vivió una época de cierto esplendor bajo la dirección de Héctor Quintero, y en él llegaron a trabajar el mexicano Alfonso Arau, el estadounidense Federico Smith o el cubano Leo Brouwer, de reconocidas trayectorias artísticas después.
En 1988, Quintero abandonó el mando y, un año después, cerraron el teatro. Según Ecured, la enciclopedia oficialista cubana, el cierre fue "debido a problemas constructivos". Según el documental Nadie sabe qué pasó (2008), la clausura se preveía temporal y se alegó un "problema en la instalación eléctrica".
Uno de los entrevistados en esa cinta, reseñó Carlos Espinosa Domínguez hace unos años, explica que "todo se debió a tres cables del sistema que conduce la electricidad al escenario. Requerían ser cubiertos, y a falta del material necesario para ello, se utilizó tape. Algo inadmisible de acuerdo a las normas de seguridad de los bomberos, que dispusieron el cierre del inmueble hasta que el problema se solucionara. ¿Tan difícil era que eso se hiciese? Por lo que se ve, sí lo era, pues al cabo de dos décadas y pico sigue sin resolverse, con el añadido de los estragos causados por tantos años de desidia y abandono".
Aunque la sala daba bastante vida a una parte del barrio deprimida a pesar de su céntrica ubicación, los vecinos han perdido la esperanza de recuperarlo como espacio cultural. Se conforman con que las condiciones higiénicas sean las mínimas y necesarias.
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