Díaz-Canel habla de sus "insatisfacciones", sin ofrecer salida a la crisis cubana

La Habana/Con un discurso lacrimógeno sobre sus "insatisfacciones personales" al frente del Gobierno y en presencia de Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel rindió cuentas este miércoles, en el Palacio de Convenciones de La Habana, sobre su gestión del país durante 2022.

A las justificaciones habituales para explicar la deriva económica de la Isla –el bloqueo de EE UU, las secuelas de la pandemia de coronavirus y los desastres provocados por el huracán Ian y la explosión de los Supertanqueros– sumó, con cuidado de no ofender a Rusia, "los nuevos problemas generados por el conflicto en Europa" y la inflación internacional.

Ante la crisis económica, dijo sentirse como el "principal responsable", pero matizó afirmando que se había limitado a asumir la "continuidad desde una perspectiva dialéctica". No perdió oportunidad para formular un regaño a los burócratas locales y provinciales, y aclaró que, aunque él conoce cuáles son los problemas, espera que "nadie los reciba como justificación".

La Asamblea del Poder Popular, advirtió, continuará en 2023 su "alto trabajo legislativo" de promulgar otras leyes que "desarrollen la Constitución" y encaren la "difícil cotidianidad cubana".

El mandatario tardó en entrar en materia económica, y cuando lo hizo fue para repetir el dictamen del ministro de Economía, Alejandro Gil, durante el pleno del Partido Comunista: la situación es "difícil", el Gobierno no sabe ya de dónde extraer las divisas necesarias y las medidas de la Tarea Ordenamiento no fueron suficientes para paliar el desastre financiero.

Habló crípticamente del "incremento de los ingresos de personas naturales sin respaldo productivo" y se alarmó con la "parcial dolarización de la economía"

Habló crípticamente del "incremento de los ingresos de personas naturales sin respaldo productivo" y se alarmó con la "parcial dolarización de la economía", que ha impactado notablemente en el alza de los precios de los productos.

Después de criticar vagamente a Washington por mantener el bloqueo como "arma de coerción, cruel, ilegítima e inmoral", Díaz-Canel se deshizo en elogios para la Administración de Biden. Dijo estar interesado en las "cerca de dos millones de personas de origen cubano o descendientes de ellas" que viven en Florida y afirmó que deseaba "promover lazos más amplios" con EE UU.

Mencionó la asesoría técnica ofrecida por las autoridades estadounidenses durante la explosión de la Base de Supertanqueros, a pesar de que, entonces, la prensa oficial negó inicialmente la existencia de tal ayuda y luego la consideró "insuficiente".

Díaz-Canel recordó también que EE UU donó 100 trajes de bomberos, además de equipos contra incendios y de protección, que llegaron a Cuba hace una semana. Fue una iniciativa "agradecida y aceptada", dijo con recato.

Además, habló de los dos millones de dólares que envió la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) –una de las instituciones estadounidenses que el régimen ha criticado con más énfasis– tras el paso del huracán Ian por el occidente cubano. "Una ayuda sin condicionamientos", aseguró, atribuyéndola no a la Usaid sino al Gobierno de Biden, "por lo que también la agradecimos y aceptamos".

No obstante, no perdió la ocasión de lamentar la "abierta política de subvenciones y los intentos de desestabilizar al país", pagados con "decenas de millones de dólares del presupuesto federal". EE UU "entrenó a individuos para que cometan actos violentos contra Cuba", dijo, en referencia a las acusaciones lanzadas por Televisión Cubana a presuntos criminales contra el Estado capturados por la Policía.

No perdió la ocasión de lamentar la "abierta política de subvenciones y los intentos de desestabilizar al país", pagados con "decenas de millones de dólares del presupuesto federal"

Por último, reconoció que a pesar de todo, Cuba y EE UU viven una suerte de deshielo, aunque con "pasos muy discretos, dirigidos a encaminar la cooperación bilateral para el cumplimiento de los acuerdos migratorios y también en otras áreas de prioridad entre ambos países".

Sobre la invasión de Vladímir Putin a Ucrania, se limitó a culpar también a Estados Unidos y su "nocivo empeño imperialista de pretender dividir al mundo", aunque admitió que la guerra complicaba la situación económica global.

En cuanto a su influencia política en Latinoamérica y la posibilidad de alianza con los Gobiernos de la "nueva izquierda" latinoamericana, celebró el acercamiento a Cuba de varios presidentes, como Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador. Los "saludos" alcanzaron también a Daniel Ortega, Luis Arce y Nicolás Maduro, y señalaron discretamente el "beneficio mutuo" de las relaciones con Argentina, pero no hubo referencia alguna a Chile, con cuyo presidente, Gabriel Boric, La Habana no acaba de simpatizar.

El mandatario evitó mencionar, desde luego, al ex presidente de Perú, Pedro Castillo, cuyo autogolpe no mereció un comentario de la dirigencia cubana hasta pasados los dos días.

Al término del discurso –y sin decidirse finalmente por el triunfalismo o por la autocrítica– Díaz-Canel afirmó que se sentía culpable "por no haber sido capaz de lograr desde la conducción del país, los resultados que necesita el pueblo cubano para alcanzar la anhelada y esperada prosperidad".

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