El Gobierno cubano enfría las expectativas creadas por la visita del cardenal Stella
El viaje fue una iniciativa de la Iglesia para conmemorar la presencia en la Isla, hace 25 años, del papa Juan Pablo II
La Habana/La foto publicada el pasado 23 de enero por la Cancillería cubana no dejó dudas sobre quién tiene el control del relato sobre la visita del cardenal Beniamino Stella. En una sala de protocolo, el viceministro de Exteriores, Elio Rodríguez Perdomo, conversa con Stella. A la izquierda sonríe la implacable Caridad Diego, que maneja los asuntos religiosos del Partido Comunista desde 1993. A la derecha, con los brazos cruzados, una mueca nerviosa y mirando fuera de la foto, se aburre el cardenal Juan García.
A pesar de que la visita de Stella fue una iniciativa de los obispos cubanos para conmemorar el viaje a la Isla, hace 25 años, del papa Juan Pablo II, el Gobierno tomó rápidamente cartas en el asunto. La propaganda de la Cancillería transformó el evento religioso y puso el acento en Fidel Castro y su recibimiento al pontífice en enero de 1998.
La agenda de Stella, que aún está recorriendo la Isla, ha sido tan discreta y silenciosa que parece haber regresado ya a Roma. Aún le quedan misas en varias provincias, que serán vigiladas atentamente por los funcionarios y contarán con la voluntad de no confrontación de los obispos locales.
Lo único interesante que sucedió durante la visita fue el encuentro de Stella con el intelectual y líder católico Dagoberto Valdés, junto a la tumba del obispo José Siro en Pinar del Río
Lo único interesante que sucedió durante la visita fue el encuentro de Stella con el intelectual y líder católico Dagoberto Valdés, junto a la tumba del obispo José Siro en Pinar del Río. La ocasión motivó un acercamiento de la Conferencia Episcopal a Valdés, a quien le fue retirado todo respaldo oficial de los jerarcas católicos hace ya varios años.
Valdés regaló al cardenal varios libros con sus artículos publicados en la revista Vitral –que fundó y dirigió– y pudo conversar francamente sobre Juan Pablo II y los sucesivos mensajes que ofreció a los cubanos sobre la familia, la juventud, la cultura y la fe, los mismos que ahora los medios oficialistas reinterpretan en clave "internacionalista y antiimperialista".
Si el Papa polaco dijo "que Cuba se abra al mundo con todas sus magníficas posibilidades" –una clara referencia a la necesidad de un respiro económico, político e ideológico durante el Período Especial–, Televisión Cubana lee una invitación a que los países vean a la Isla como un ejemplo de nación combativa y resistente.
Asimismo, cuando Wojtyla se acercó al sepulcro de Félix Varela en la Universidad de La Habana, no estaba rezando delante de los restos de un santo, sino guardando un minuto de silencio por un político y un patriota. La instrucción que recibieron los medios es la de citar a Castro y no tanto al pontífice: "No habrá ningún país mejor preparado para comprender su feliz idea", le aseguró el entonces presidente al Papa, después de enumerar sus traumas infantiles en los colegios católicos.
Pero quizás la apropiación más grotesca del legado de Juan Pablo II y la visita de Stella es la exposición inaugurada en la Biblioteca Nacional. La memoria de aquel nos pertenece, fue el mensaje entre líneas de Omar Valiño, director de la institución, que consideró que lo más valioso que había mostrado a Stella era el solapín o credencial de seguridad que lo obligaron a usar en 1998.
Otra previsión fue omitir toda imagen de Pedro Meurice, el arzobispo de Santiago que acusó a Castro –a plaza llena– de haber sustituido la patria por "un partido" y la cultura por "una ideología"
Valiño, Caridad Diego y el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, condujeron al cardenal –tratándolo por su nombre de pila, Beniamino– a través de fotografías, documentos, gorras, llaveros y pegatinas, además del facsímil de una nota de Castro por la muerte de Wojtyla.
En todas las fotos el protagonista es Castro: regañando a Wojtyla, diciéndole qué hora es, alzando el dedo en un discurso, con las rodillas muy unidas durante las misas –Manuel Vázquez Montalbán lo llamó "el monaguillo del Papa"– o bien mandándolo de vuelta al avión de Alitalia.
Otra previsión fue omitir toda imagen de Pedro Meurice, el arzobispo de Santiago que acusó a Castro –a plaza llena– de haber sustituido la patria por "un partido" y la cultura por "una ideología". Como el discurso de Meurice, otras frases de Wojtyla en La Habana, Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba quedaron en la memoria de los cubanos y han sido rescatadas ahora, en paralelo a la fanfarria estatal, por exposiciones más modestas organizadas dentro de los obispados y parroquias de la Isla.
Mientras, los miembros de la Conferencia Episcopal, que fueron los anfitriones originales de Stella, se han quedado atrás, como desconcertados en las imágenes que muestra Televisión Cubana, a medida que el Gobierno reescribe la memoria de la visita.
Muy poco puede esperarse de la cúpula eclesiástica, en jaque desde antes de las protestas del 11J, cuyos mensajes han tenido poca fuerza contra el Gobierno. Los que vieron en el viaje de Beniamino Stella una llamada al orden del Papa a Díaz-Canel, un gesto de apoyo a la Conferencia Episcopal y una mirada crítica hacia la realidad de la Isla, se equivocaron.
Beniamino Stella, el nuncio apostólico del Período Especial, con prestigio de haber sido el "hombre fuerte" del Vaticano en Cuba, sonríe para la cámara. No ha venido a buscarse problemas con nadie.
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