Ladrones de huesos, esculturas y bronce destrozan tumbas en el cementerio de Matanzas
Un reportaje en la prensa oficial muestra la profanación sistemática de los sepulcros
La Habana/Un ataúd destrozado, restos humanos y una sepultura abierta conmocionaron este miércoles a los pobladores de la ciudad de Matanzas. Una serie de fotografías publicadas en el periódico Girón ventiló uno de los grandes tabúes de la prensa oficial cubana: la profanación sistemática de tumbas en el cementerio San Carlos Borromeo.
Las imágenes son pavorosas. Los ladrones de restos no hacen distinción de panteones, bóvedas o simples nichos. Abren los sepulcros, se llevan lo que les interesa, sobre todo los cráneos, las costillas y los huesos más voluminosos, y descuartizan la madera y el cartón del sarcófago.
El San Carlos Borromeo es el tercer cementerio más relevante de la Isla, después de los de La Habana y Santiago de Cuba, y el segundo en extensión, con una superficie de 13,5 hectáreas. En él fueron enterrados, por ejemplo, los poetas Bonifacio Byrne y José Jacinto Milanés, además del músico Miguel Faílde. Pero los profanadores no atienden al valor patrimonial del camposanto, sino a la posibilidad de conseguir restos humanos que luego venden, generalmente para propósitos rituales.
El diario denunció que muchos matanceros que acuden al cementerio descubren las tumbas de sus familiares abiertas y removidas. "Había huesos por dondequiera, parece que les cogieron las cabezas y las articulaciones a las personas. Yo nunca había visto cosa igual en mi vida", lamentó María Esther Torres, cuya bóveda familiar fue violada.
"Había huesos por dondequiera, parece que les cogieron las cabezas y las articulaciones a las personas. Yo nunca había visto cosa igual en mi vida"
Al llegar al cementerio, Torres constató con "desespero" que faltaban restos y pidió a su hija que fotografiara el lugar. "Dejamos el cuerpo de mi madre con miedo, pero regresamos al día siguiente para comprobar que estaba", aseguró.
Girón atribuye estos robos al deficiente sistema de vigilancia y a la pésima administración del cementerio. El principal obstáculo, afirma, es la "plantilla de custodios", que cuenta apenas con diez efectivos –se necesitan, por lo menos, 20– que trabajan un día y descansan dos. El San Carlos Borromeo tampoco cuenta con alumbrado, por lo que los custodios no se atreven a rebasar la entrada en sus rondas. Tampoco hay, aseguran, suficientes sepultureros.
Tampoco hay vallas o muros en uno de los lados del cementerio, lo cual facilita la entrada de delincuentes en busca no solo de huesos, sino también de esculturas, lápidas, argollas de bronce u otros elementos patrimoniales. Además, conseguir materiales de construcción que permitan el correcto sellado de las tumbas es otra de las dificultades más comunes, aunque se supone que los Servicios Comunales deben garantizar estos insumos.
Por si fuera poco, la administración del cementerio tiene que despedir sistemáticamente a muchos empleados que son sobornados por los ladrones para no reportar el robo. "Continuamos trabajando en ese sentido", dijeron los directivos del San Carlos Borromeo al diario del Partido Comunista en Matanzas.
Los funcionarios del sector no tienen respuesta para las denuncias que reciben. Beatriz Milián, una matancera de Pueblo Nuevo, ha sufrido dos profanaciones en su bóveda familiar. "Cuando llegué me encontré todo regado: las velas, los vasos, las flores...", informó al administrador, de quien no recibió contestación.
Según explica el diario, la denuncia de profanación debe hacerla el familiar a la administración del cementerio, que será quien tramite la investigación policial. La condena prescrita en el Código Penal a quien profana una tumba es la "privación de libertad de seis meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas, o ambas". La sanción, de acuerdo con expertos consultados por el medio, no es ni remotamente severa.
De modo general, el estado del cementerio San Carlos Borromeo es "deplorable", señala Girón. No solo las criptas familiares se encuentran en pésimas condiciones de preservación sino también los panteones que dependen del cuidado gubernamental. El Estado, sencillamente, "no se preocupa por su conservación", reconoce el periódico.
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