San Lázaro y Perseverancia, otra esquina "bombardeada" de La Habana
En las aceras de una de las calles más derruidas de la capital, hay que evadir huecos, aguas albañales y desechos caídos de los balcones para cruzar
La Habana/Óscar duerme "con un ojo abierto y otro cerrado" por si en medio de la madrugada el techo acaba por desplomarse sobre este habanero de 67 años y su familia. Residente en la esquina de Perseverancia y San Lázaro, en Centro Habana, el jubilado lleva años denunciando el mal estado de su edificio al que la falta de mantenimiento y el salitre han convertido en una ruina.
Sentado en la puerta de su apartamento, en planta baja, Óscar detalla la zozobra con la que vive entre los muros en el puro ladrillo, los balcones a los que ya se le han caído varios pedazos y las vigas expuestas y oxidadas. "Allá arriba en la azotea todavía queda una familia", explica a 14ymedio y señala los pisos superiores sin puertas ni ventanas.
El jubilado teme que cualquier día "ocurra una tragedia" y el inmueble colapse cobrándose la vida de sus residentes. "Conmigo viven mi mujer y mi hijo, nos pasamos los días en un puro susto y cuando vienen lluvias o se acerca un ciclón tenemos mucho más miedo", cuenta mientras muestra a los transeúntes que pasan unos aguacates que tiene a la venta.
"Cada vez que nos quejamos y exigimos a las autoridades que nos den una solución nos dicen que ahora mismo no hay capacidades en los albergues. Así que no tenemos para donde ir. Es quedarnos en este edificio o tener que vivir en la calle", lamenta Óscar. Su hijo Guillermo, de 41 años, se asoma a la puerta y confirma la historia. "Este pedazo de aquí se cayó hace dos días", señala un boquete en la pared.
La situación de la familia de Óscar parece repetirse a donde quiera que se mire. La calle San Lázaro, una de las avenidas más importantes de la capital cubana, es también una de las vías con mayor deterioro. Aunque el daño se extiende desde su nacimiento próximo al Malecón hasta su final ante la escalinata de la Universidad de La Habana, es el tramo desde el Paseo del Prado hasta Belascoaín el más afectado.
En ese pedazo, San Lázaro ha perdido casi medio centenar de edificios total o parcialmente. La cercanía del mar, la desidia estatal y los pocos recursos de los residentes en esa zona han dejado a la avenida como si hubiera sido bombardeada. Los huecos en sus fachadas, las cornisas hechas pedazos y los balcones derruidos parecen sacados de una ciudad en plena guerra.
En las entrecalles se repite el panorama. Perseverancia, sin la extensión de su vecina Lealtad ni la importancia de la cercana Galiano, es una de las vías más derruidas. Donde antes había una carnicería ahora solo queda una puerta tapiada y el hueco de una ventana por donde los vecinos lanzan bolsas de basura. En las aceras hay que evadir huecos, aguas albañales y desechos caídos de los balcones.
"Hay que ir caminando por la calle porque si que te arrolle un carro es peligroso, peor es que te caiga un pedazo de edificio en la cabeza", rezonga una joven que ha salido de una cuartería. Al llegar a la esquina la mujer debe sortear una montaña de desechos acumulada durante semanas "en que no ha pasado el camión de la basura". Cuando se acerca, decenas de moscas levantan el vuelo y unos segundos después se vuelven a posar sobre las bolsas con residuos.
Un hombre empuja una carretilla con frutas y vegetales que va dando saltos cada vez que una de las ruedas cae en un hueco. El vendedor se va alejando del mar y al llegar frente al número 156, una mujer le pregunta por el precio de los limones. La señora está asomada a la ventana de una casona completamente restaurada que hace las veces de hostal para turistas. "El encanto de perseverancia" con su fachada pintada de amarillo, sus puertas elegantes y sus rejas impecables parece una nave espacial reluciente que ha aterrizado en medio de la mugre y los derrumbes.
Construida a inicios del siglo XX y remodelada en 2013, la casona tiene un amplio patio central, lámparas antiguas colgando de sus altos techos, varias habitaciones de renta y una suite de 40 metros cuadrados que en temporada alta puede costar hasta más de 100 dólares por noche. En la azotea, los clientes disfrutan de la vista del mar y se alejan del paisaje desolado de la calle que discurre abajo.
Justo frente de la casona turística, en el número 159, siete personas, incluyendo dos niños, murieron en junio pasado al quedar atrapados en el interior de una vivienda donde una moto eléctrica se incendió. La tragedia ha dejado una honda herida entre los vecinos y ha añadido más ruina a la calle Perseverancia, donde las únicas cosas que parecen perseverar por todos lados son la destrucción y la desesperanza.
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