Se acelera el desplome de la ganadería y también el acceso a la carne en Cuba
La tasa de vacuno per cápita ha pasado de las 0,78 cabezas en 1959 a las 0,3 en 2021
Madrid/El desplome de la ganadería vacuna parece no tener fin. Desde 1985 se ha perdido la cuarta parte del rebaño y desde 2014 hasta este septiembre se ha reducido un 10,2%, según advierte el economista Pedro Monreal con datos oficiales publicados por la Oficina Nacional de Estadística de Cuba. (ONEI).
En el año 1985 había poco más de cinco millones de cabezas de ganado en Cuba, frente a los actuales 3,7 millones. El breve período que va de 2006 a 2014 es el único en que la masa ganadera tuvo respiro y se recuperó ligeramente, pasando de los 3,703 millones a los 4,1. A partir de ese momento, la caída se mantiene constante de nuevo.
Los datos contrastan más aún si se retrocede en el tiempo. En el año 1959, las cabezas de bovino eran 5,1 millones para los 6,5 millones de habitantes de la Isla en aquel momento. A partir de esa fecha, la masa de ganado vacuno empieza una notable subida que alcanza su punto máximo en 1967, cuando se llega a los 7,1 millones. Aunque la población entonces ya ha aumentado a 8,4 millones de cubanos, la relación pasa de 0,78 cabezas por persona a 0,84. Pero a partir de entonces, y salvo una fugaz recuperación en el año 76, la caída es sostenida y desde 1986 nunca ha vuelto a alcanzar los cinco millones de cabezas.
Con la población actual de la Isla, de 11,3 millones de habitantes oficialmente, la tasa per cápita apenas alcanza 0,3 cabezas de ganado.
Los datos, todos ellos oficiales, ponen negro sobre blanco lo que los cubanos pueden ver en las tarimas de los mercados. La carne de res es un bien de lujo inalcanzable que, primero fue sustituido por el cerdo y ahora, convertido este también en una quimera, por el pollo, en la mayoría de las ocasiones congelado e importado.
Las 63 medidas puestas en marcha en abril de este año para estimular la producción de alimentos incluían una novedad muy celebrada, la liberalización del sacrificio, consumo y venta de carne de res, además de la leche. Los ganaderos que tuvieran una producción mayor a la contratada por el Estado podrían conseguir un permiso para vender de forma privada el excedente. Aún es pronto para evaluar los resultados que, con el tiempo podría tener el paquete normativo, pero por ahora las señales no son muy prometedoras.
En mayo, solo 600 ganaderos de Camagüey cumplían con los requisitos para obtener una autorización para este tipo de venta, lo que suponía que apenas el 6% de ellos podrían vender excedentes en la provincia más ganadera de Cuba. En Sancti Spíritus era aún peor y solo el 1% estaba en disposición de acceder al permiso.
Además, quienes han logrado obtener la exención lamentan que el Estado no cumple con su parte adecuadamente. Las autoridades también anunciaron el pago en divisas para quien excediera las entregas a las contratadas, pero los problemas bancarios y la falta de divisas han ralentizado o bloqueado esta posibilidad y los productores recuerdan que les es prácticamente imposible comprar algunos insumos si no tienen moneda libremente convertible.
La sequía, la falta de pienso y de fármacos para atender a los animales son las explicaciones más habituales entre los productores para justificar la baja cantidad de cabezas de res que hay en Cuba, aunque también influye la picaresca. Desde el año 1964 los cubanos tienen obligación de declarar las vacas que poseen, además de distinguir el sexo, que repercute en el control de la leche. Muchos ganaderos cambian el sexo del animal para evitar declarar la producción láctea o no revelan todas las reses que tienen. En algunos casos más extremos se ha visto el sacrificio "accidental" del vacuno para poder comerlo sin dar explicaciones al Estado.
Durante años, el robo y sacrificio de vacuno ha estado fuertemente penalizado y se ha llegado a condenar a largas penas de prisión a quienes cometían este tipo de delitos. Todo ello ha favorecido un culto a la carne de res que aleja mucho a los cubanos de las propuestas de la Organización Mundial de la Salud de reducir el consumo de carne roja por motivos de salud o medioambientales. En la Isla, está limitación no es opcional, sino impuesta.
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