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La rutina y el pasado protagonizan este 26 de julio

Ramiro Valdés
Ignacio Varona

26 de julio 2014 - 09:00

Camagüey/Este sábado muy temprano muchos observamos con desgano un nuevo acto por el 26 de julio. Los estrictos códigos del ritual exigían que la conmemoración del 61 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, se realizaran este año con una pompa moderada. Si los “aniversarios cerrados” se conmemoran por todo lo alto, entiéndase en Santiago de Cuba o en La Habana, los intermedios ocurren en provincias destacadas y con menos recursos.

La elección de la recientemente creada provincia de Artemisa como sede del acto central, obedece al cumplimiento de esa liturgia. También a que en ella se ha venido desarrollando un experimento para racionalizar las funciones administrativas a lo que se le suma contar en su territorio con el mega proyecto del Puerto de Mariel.

En la época en que Fidel Castro estaba capacitado para estar entre cuatro y seis horas parado frente a un micrófono, aquellos actos eran esperados como el momento de resumir los logros alcanzados y anunciar las novedades. En 1989 había advertido en uno de sus largos discursos, sobre la posible desaparición de la Unión Soviética. La última gran sorpresa de un 26 de julio la dio el comandante en jefe en 1993, cuando anunció la dolarización de la economía cubana. De entonces acá, especialmente a partir de 2007 su hermano Raúl ha tenido poco que prometer y ha delegado en varias ocasiones el resumen del acto al señor José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Partido Comunista.

En esta ocasión le dieron la oportunidad a Ramiro Valdés, quien además de ser oriundo de Artemisa es miembro del Buró Político, Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Héroe de la República de Cuba y único sobreviviente del Moncada que comparte altos cargos en el partido y el gobierno con Raúl Castro. Nada más saber el nombre del principal orador, la hipótesis de un 26 “pasado por agua” se confirmó. Eso unido a que la víspera no se percibía en la ciudad de La Habana fiestas populares, conmemoraciones en cada barrio ni siquiera la típica caldosa con la que en otras ocasiones se recibía la fecha. La rutina ha terminado por desvanecer todo entusiasmo alrededor de le efeméride.

Una alocución sin sorpresas y sin encanto, en la que hilvanó consignas sin hacer ningún anuncio, revelación o crítica

Ramiro Valdés leyó un discurso –una pésima lectura, por cierto- basado exclusivamente en el pasado. Repitió la tesis del ayer calamitoso que no volverá y aclaró que en su “vocabulario está borrada la palabra derrota”. Una alocución sin sorpresas y sin encanto, en la que hilvanó consignas sin hacer ningún anuncio, revelación o crítica. El hombre que una vez llamó a “domar el potro salvaje de las tecnologías”, dedicó hoy una nueva diatriba contra estas al asegurar que “se emplean las nuevas tecnologías como elemento de subversión”.

Al concluir el acto, cuando el locutor oficial de la televisión nacional anunció que las cámaras y micrófonos regresaban a los estudios centrales en la capital, la mayor parte de los asistentes volvieron de inmediato a sus provincias mientras el resto de los ciudadanos, televidentes o no, lamentaba que este año el Día de la Rebeldía Nacional hubiera caído sábado con lo que se perdió una de las pocas oportunidades de días feriados.

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