Un inédito estudio de ADN confirma y recupera la identidad indígena en Cuba
27 familias en 23 comunidades en el oriente cubano presentan una considerable proporción de genes amerindios
La Habana/A sus 87 años, el cubano Francisco Ramírez Rojas se echó a llorar antes de que le diesen el certificado genético que decía exactamente aquello que tantas veces le había repetido su abuelo: que ellos, pese a todo lo que se decía, eran descendientes de indígenas.
El documento acredita que él, cacique de la comunidad de La Ranchería, en Guantánamo, es uno de los escasos descendientes vivos de los taínos, uno de los grandes grupos de pobladores precolombinos de la Isla que, según el historiador Manuel Moreno Fraginals, "desaparecieron como sociedad, ahogados biológica y culturalmente" por el componente étnico europeo y africano.
A pesar del relato del "exterminio masivo" de los indígenas que se atribuye a los conquistadores españoles –la conocida "leyenda negra"–, y si bien es cierto que se dieron múltiples encuentros violentos en la Isla entre ambos grupos durante los siglos XV y XVI, la gran mayoría de los indios cubanos se mezcló en las nuevas villas, murió por "ataques no deliberados" de patógenos provenientes de Europa y África, mientras que un sector minoritario continuó transmitiendo de manera parcial y sincrética sus propias tradiciones.
Francisco no está sólo. Los miembros de 27 familias en 23 comunidades en el oriente cubano presentan una proporción de genes de indígenas amerindios que en promedio dobla la media cubana, según un estudio sin precedentes presentado este jueves por un equipo multidisciplinar en La Habana.
La investigación, cinco años de trabajo de campo a espaldas de décadas de indagaciones previas, suma a estudios etnográficos, históricos e incluso fotográficos, por primera vez a una escala relevante, la certeza científica de los test de ADN.
El análisis a Francisco, por ejemplo, dice que el 37,5% de sus genes es de origen amerindio, por un 35,5% europeo, un 15,9% africano y un 11% asiático
El estudio "es un hito", asegura el historiador de Baracoa, Alejandro Hartmann, uno de los promotores de la investigación de estas comunidades.
El análisis a Francisco, por ejemplo, dice que el 37,5% de sus genes es de origen amerindio, por un 35,5% europeo, un 15,9% africano y un 11% asiático. En el conjunto del país, por contraste, el componente amerindio en promedio es del 8%, frente al 71% del europeo.
Un detalle más es que todas las pruebas de ADN de este estudio –a 91 personas, 74 con resultados concluyentes– remiten a ancestros amerindios femeninos. Todos los antecesores masculinos son europeos y, en menor medida, africanos.
En concreto, como explica a EFE la genetista cubana Beatriz Marcheco, del Centro Nacional de Genética Médica, de estos estudios de ADN se puede estimar que todas estas personas analizadas provienen de "entre 900 y 1.000 mujeres" amerindias que vivieron en el siglo XVI.
Ellas sobrevivieron, escondidas en las áreas remotas que aún habitan sus descendientes, la "debacle demográfica de dimensiones inimaginables" que, explica Marcheco, siguió a la irrupción de los españoles y africanos en Cuba. De amerindios de sexo masculino no hay rastro.
"No es inusual que nuestros propios libros hayan abordado durante años, incluso los más recientes, el exterminio total del componente amerindio de nuestra población. Efectivamente, no tenemos comunidades cerradas, pero sí a estas personas que han conservado esas características físicas, que tienen esa huella en el ADN", asegura Marcheco.
Los estudios de ADN han sido el broche final del proyecto, que surgió hace cinco años como una iniciativa para retratar a descendientes de los pobladores precolombinos de la Isla.
Pero como explica a EFE el fotógrafo español Héctor Garrido, coordinador del proyecto Cuba Indígena, la iniciativa fue evolucionando hacia un enfoque "más abarcador" que acabó incluyendo documentación histórica, retratos, estudios etnográficos, investigaciones antropológicas y, como "piedra angular", el análisis genético.
Todas estas perspectivas subrayan la tesis que apunta el ADN. Los rasgos físicos evidencian ese componente amerindio en los rostros retratados y los estudios etnográficos recogen tradiciones indígenas como elaborar casabe (tortas de pan de yuca), usar la coa (herramienta agrícola), cultivar tabaco cimarrón y celebrar ritos religiosos propios.
Garrido subraya que estas familias tenían "plena conciencia de ser descendientes de indígenas" y sentían el "orgullo de lo que son"
El estudio, según sus autores, tiene repercusiones en múltiples ámbitos. Empezando por las comunidades investigadas –las lágrimas de Francisco son prueba de ello– y terminando por el conjunto de Cuba.
También les ha marcado a ellos personalmente, tras una intensa convivencia con las comunidades con "implicaciones personales grandes", como dice el director del proyecto.
Garrido subraya que estas familias tenían "plena conciencia de ser descendientes de indígenas" y sentían el "orgullo de lo que son". Sin embargo, agrega, tenían sentimientos encontrados cuando en el colegio les enseñaban "que los indígenas estaban extinguidos".
El editor del cuidado libro del proyecto, el cubano Julio Larramendi, se muestra convencido de que Cuba va a acoger con "beneplácito" estas conclusiones y que ahora es un "buen momento" para darlas a conocer.
"Tenemos esa raíz viva, raíz que hay que alimentar, echarle su agüita, darle la oportunidad de crecer y reproducirse, de mostrar cuáles son las tradiciones que han sobrevivido, de mostrar que es parte de nuestra cultura", señala.
Marcheco ahonda en esta idea: "Todo esto nos va a permitir una reflexión, una nueva mirada, un reencuentro con nuestras raíces, una reinterpretación de nuestros orígenes. Y eso va a tener una influencia, no sólo en el pensamiento cubano, sino también en la manera en la que asumimos nuestra cultura, nuestra diversidad, en la medida en que buscamos una sociedad que nos incluya a todos".
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