Airbnb, la experiencia cubana
Dos años después de abrirse al mercado de la Isla, los arrendadores hacen balance positivo del servicio de alquileres vacacionales
La Habana/Rústico, elegante o en familia. Así son los sitios preferidos de los alojamientos que la plataforma Airbnb ofrece en Cuba. Los anfitriones, por su parte, prefieren a los clientes serios y que paguen bien, pero sobre todo valoran gestionar directamente su oferta, dos años después de que la gran plataforma internacional de alquileres privados abriera sus servicios en Cuba.
"Como Airbnb no hay nada", sentencia tajante Jorge Ignacio Guillén, un estudiante de economía que renta una casa en la localidad de Soroa, Artemisa. Rodeada de una vegetación exuberante, orquídeas y pájaros autóctonos de la zona, el alojamiento es descrito como "rústico" y en contacto directo con la naturaleza.
El joven ayuda a su familia a gestionar el perfil de la vivienda en el portal californiano especializado en alquileres vacacionales. Guillén se inscribió hace un año y ahora forma parte de las más de 4.000 opciones de renta que los directivos del servicio aseguran que existen en la Isla.
De exclusivas mansiones con piscina que pueden llegar a costar hasta 1.000 dólares la noche dependiendo del número de habitaciones, a sencillos cuartos con una cama o litera por cerca de 10 dólares
La empresa con sede en San Francisco, creada hace nueve años, amplió sus servicios a Cuba en abril de 2015, pocos meses después del anuncio del deshielo diplomático entre Washington y La Habana.
Las ofertas en la isla van desde las más lujosas a las más sencillas. De exclusivas mansiones con piscina que pueden llegar a costar hasta 1.000 dólares la noche dependiendo del número de habitaciones, a sencillos cuartos con una cama o litera por cerca de 10 dólares. Agua caliente, café al despertarse o un minibar forman parte de las opciones a elegir.
De los más de 535.000 trabajadores por cuenta propia que laboraban en el país al cierre de 2016, al menos 34.000 se dedican a la renta de viviendas, habitaciones y espacios. Una cifra sin definir ofrece una casa o un cuarto "por la izquierda", sin autorización ni pago de impuestos.
En la Isla, los emprendedores necesitan obtener una licencia de arrendamiento, acorde con el reglamento de trabajo por cuenta propia que se implementó a mediados de los años 90. Los arrendatarios inscritos deben pagar los costes de la licencia y los impuestos deducidos por los ingresos personales. Estos varían dependiendo de la ubicación del inmueble, los metros cuadrados que se destinan al alquiler y la ocupación.
La inscripción en Airbnb es sencilla. El primer paso consiste en rellenar un formulario detallado sobre el alojamiento que se oferta y los huéspedes que se desea alojar. A los pocos minutos se recibe un correo electrónico de bienvenida a la plataforma. El último paso consiste en atraer a los clientes, que puntuarán el alojamiento a través de la página.
La familia Guillén ha querido hacerlo todo por el camino de la ley y aprovechar el alza turística. El pasado año se alcanzó la cifra récord de 4 millones de visitantes extranjeros, un 6% por encima de los 3,7 millones de visitantes previstos inicialmente, según el Ministerio de Turismo.
La mayor parte de la oferta de habitaciones que se muestran en Airbnb radica en La Habana, pero otros destinos como Trinidad, Viñales, Santiago de Cuba y Matanzas ganan protagonismo. El mercado cubano destaca como el de más rápido crecimiento en la historia de la empresa.
Guillén conoció el servicio a través de un amigo radicado fuera de la Isla y en cuanto tuvo la oportunidad de conectarse a internet colgó su anuncio. "De ahí para acá el negocio mejoró muchísimo y encontramos más clientes", asegura a 14ymedio. Se trata de personas "mucho mejores, más serias, más respetuosas" y que "pagan más", resume.
La familia promociona "una casa de campo sencilla" y pone en contacto a los clientes con servicio de guía y paseos a caballo. Tras la reserva, toda la información viaja a través de correo electrónico, la parte más frágil de la operación debido a la baja conectividad que aún padece el país.
Rebeca Monzó, artesana, bloguera, y con una habitación en renta en Airbnb, se queja de las dificultades que entraña gestionar el servicio sin acceso a internet. Aunque una cuenta de correo Nauta ha aliviado el problema, responder de inmediato cuando recibe un mensaje de reserva es complicado.
Monzó, que ha dejado clara su preferencia por "parejas estables, profesionales y jubilados", recibe este febrero a su primer cliente, "un cineasta mexicano que viene con su esposa". Para el próximo marzo ya tiene otra reserva confirmada.
El aumento en el número de días de ocupación al año es una de las ventajas que señalan los emprendedores locales que se han sumado a Airbnb. Guillén confiesa que aunque todavía le queda "mucho por aprender sobre el manejo de la plataforma", a través de ella logra "mantener una buena cantidad de reservas".
Después de ocho años de duro trabajo constructivo hasta tener listo el inmueble en Soroa, la familia del joven recoge los frutos. No obstante, reconoce que lo más difícil sigue siendo "estar siempre provistos de los insumos básicos necesarios" porque "todavía no existe un mercado mayorista en el país".
En la barriada habanera de Monzó, Nuevo Vedado, "casi todos los que se dedican a alquilar están inscritos en el servicio". "El cliente paga desde su país en la plataforma" y después "mandan a la casa un representante de Airbnb que trae el dinero en efectivo", cuenta la artesana. Es la misma fórmula que se utiliza con frecuencia para el envío de remesas.
Pero para Monzó, el negocio está lejos de ser lucrativo. "Desde que me inscribí, mi pensamiento fue que no quería comprar un yate, solo poder tener el refrigerador abastecido".